Por: Rob Hoskins
En un mundo que cambia rápidamente, la tarea de discipular a la próxima generación adquiere nuevas dimensiones y desafíos. La generación más joven de hoy está creciendo en una era de posverdad, donde los absolutos parecen escasear y la tendencia de la generación anterior es a lanzarse de cabeza a tratar de convencerlos de lo contrario. Este enfoque a menudo nace del miedo, miedo que surge tanto de los líderes mayores como de los más jóvenes.
Durante una reciente reunión de líderes de la iglesia, se hizo evidente que tanto los líderes mayores como los más jóvenes albergaban temor. Los líderes más jóvenes temían que sus voces no fueran escuchadas y que no se les diera la oportunidad de abordar cuestiones culturales de una manera que resonara con su generación. Por otro lado, la generación mayor estaba ansiosa de que los líderes más jóvenes se desviaran demasiado del camino de la ortodoxia bíblica, haciendo concesiones teológicas y doctrinales. Ambas generaciones están operando con este espíritu de temor en lugar de hacerlo con amor, poder y sanidad mental.
Aunque entiendo ambos lados de esta división generacional, tal vez lo que hemos estado pasando por alto es cómo Dios mismo adopta un enfoque diferente. El libro de Génesis, por ejemplo, no comienza con la caída en Génesis 3; comienza en Génesis 1 con el acto majestuoso de la creación. La transformación de Isaías no comienza con su reconocimiento de sus labios impuros; comienza con la presencia abrumadora de la gloria de Dios. Por lo tanto, nuestro enfoque para discipular a la próxima generación debe emular cómo Dios siempre nos ha guiado: mostrando primero su naturaleza y gloria imponentes.
En tiempos de grandes trastornos y convulsiones sociales, las generaciones mayores tienden a preservar la verdad confrontando a las generaciones más jóvenes con una doctrina firme, pero nunca les muestran el asombro, la gloria y la maravilla de Dios. La ruina de la cultura actual es la creencia de que cada persona puede determinar por sí misma quién es y que nadie puede decirle lo contrario. Ese individualismo expresivo solo puede desmoronarse una vez que comprendan lo pequeños que son con respecto a la gloria de Dios.
Es en el resplandor del amor y la majestad de Dios donde se arraiga la convicción. Esta generación debe reconocer primero la grandeza de Dios, lo que luego los lleva a reconocer su propia pequeñez y necesidad de Su gracia. En otras palabras, el discipulado eficaz hoy comienza con la comprensión del asombro y la gloria de Dios.
El segundo componente de un discipulado eficaz implica presentar la verdad de manera dinámica, abordando las preguntas propias de esta generación en lugar de regurgitar respuestas a preguntas planteadas por generaciones anteriores. Si bien es fundamental abordar cuestiones como el pluralismo y el relativismo en un mundo posmoderno, tenemos que ser intencionales al responder a sus preguntas actuales de una manera relevante y dinámica.
El tercer aspecto gira en torno a una perspectiva misional. La próxima generación está intensamente orientada a las causas y desea marcar una diferencia tangible en el mundo. Se plantean preguntas como: “¿Cómo transformamos la sociedad? ¿Cómo resolvemos problemas globales como la pobreza y la trata de personas?”. El discipulado bíblico debería guiarlos a comprender que nuestra misión en el mundo debe surgir de nuestra relación con Dios. No se trata de nuestros propios esfuerzos, sino de nuestra proximidad a Él, lo que informa nuestra respuesta a los problemas del mundo.
La juventud de hoy debe experimentar en la Iglesia la siguiente secuencia: “Comprendo la gloria y el temor de Dios, me deshago ante su presencia y me arrepiento ante él, reconociendo que todos mis derechos vienen de Él. Señor, envíame, no con mis propias fuerzas, sino con el poder de tu Espíritu”. Dios es el único que puede confrontar, convertir y transformar a cualquier individuo, familia o comunidad.
Por último, el Cuerpo de Cristo debe promover el discipulado intrageneracional. Esto significa correr la carrera juntos, no pasar el testigo de una generación a la siguiente. Así no es como debería funcionar el Cuerpo de Cristo; no deberíamos esperar a que la generación mayor termine la carrera para permitir que corra la generación más joven. En lugar de eso, corramos juntos, ofreciendo apoyo, sabiduría y guía. Es una carrera escalonada y de larga distancia en la que funcionamos como una comunidad, asegurando la continuidad, el amor y el servicio a través de las generaciones.
En mi propio camino, mi padre no me pasó la posta y me dejó sola para que corriera la carrera de liderar OneHope. Continuó amándome, guiándome y sirviéndome. Todavía aporta sabiduría a mi conocimiento. Espero hacer lo mismo con el próximo líder de OneHope, encarnando el liderazgo y el discipulado intrageneracional, donde los roles evolucionan pero el compromiso con la misión permanece firme.
El discipulado en el mundo de hoy puede parecer diferente de lo que solía ser, pero como Iglesia tenemos que correr la carrera juntos, como una familia unida, asegurando que la próxima generación esté equipada para continuar el viaje.
Recuperado de: https://robhoskins.onehope.net/discipleship-for-the-next-generation/