Por Andrés Avalos
La necesidad de prepararnos para servir al Señor se hacía cada vez más fuerte mientras una llama comenzó a arder en nuestro corazón, y una gran inquietud latía cada vez más fuerte “La mies es mucha, los obreros son pocos”. Esto nos impulsó en abril de 2006 a estudiar junto con mi esposa en el Instituto Bíblico Patagónico ubicado en la ciudad de Gaiman, a algunos kilómetros de Pto. Madryn, ciudad donde crecimos, nos casamos y tuvimos dos hijos, Karen y Martin. Al finalizar los estudios Teológicos nos mudamos a Comodoro Rivadavia, 470 km al sur de Madryn con la intención de colaborar con la obra del Señor. Un año después, salíamos como pioneros, con muchas expectativas a una tierra desconocida para nosotros, pero “ciudad de enfoque” según la Unión de las Asambleas de Dios, ya que era una zona con mucha necesidad de conocer a Cristo.
Así fue como en marzo de 2010 nos trasladamos hacia nuestro nuevo destino en el cual, vez tras vez pudimos ver la mano del Señor obrando en pos de este nuevo desafío. Con la gracia y la bendición de Dios comenzamos a recibir la ayuda tan esperada. Así fue como en tres camionetas llevamos las pertenencias que teníamos, recorriendo más de 1000 km hacia el norte, y aunque pensamos que iba a ser para siempre, Choele Choel, Rio Negro, iba a ser nuestro hogar por más de 5 años.
Comenzamos a relacionarnos con gente maravillosa. Un matrimonio nos abrió las puertas de su hogar y fuimos hospedados por una semana hasta lograr establecernos en una vivienda definitiva. En nuestro corazón existía la convicción de que el propósito de Dios estaba en cada familia que conocíamos, en cada vecino al que nos acercábamos y sobre todo en cada milagro que sucedía día tras día en cuestiones cotidianas.
Para comenzar, alquilamos y reacondicionamos un salón prácticamente abandonado el cual, con mucho entusiasmo fuimos embelleciendo hasta convertirlo en nuestro nuevo templo. Nacía así la Iglesia “Renuevo del Cielo”.
Compramos las primeras 20 sillas y poco a poco la gente comenzó a asistir a nuestras reuniones. Los miércoles y domingos teníamos reunión general, martes estudios bíblicos y diversas actividades. Orábamos constantemente por esas sillas con fe, creyendo que en poco tiempo se multiplicarían. Y así sucedió. Cada vez que comprábamos más, se llenaban domingo tras domingo. Empezamos a relacionarnos en diferentes ámbitos de la ciudad lo que nos permitió encontrar la manera de sustentarnos económicamente.
Nuestra primera fuente de ingreso fue desempeñarnos como docente en escuelas secundarias, lo cual nos abrió nuevos caminos. También, integramos una mesa de trabajo multisectorial convocada por la municipalidad en la que trabajamos en conjunto por la problemática de las adicciones. Desde los comienzos de la obra, realizamos eventos en los cuales impactamos la ciudad a grandes escalas, ya que no era común que se realizaran acontecimientos de tal magnitud y sobre todo cristianos.
Comenzamos con campañas evangelísticas al aire libre, eventos para niños, alquilamos el cine de la ciudad en varias oportunidades en las que nos quedó chico y en cada evento se añadían a la iglesia los que habrían de ser salvos.
Estaba comenzando un mover del Espíritu Santo en el que todo el pueblo podía saber que algo estaba pasando en la iglesia “Renuevo del Cielo”. Desde el municipio nos convocaban para ser parte de la organización de la fiesta del día del niño en el pueblo, participando con payasos, tirolesa, con diferentes jóvenes y hermanos de la Iglesia, con la bendición de poder entregar tratados evangelísticos. En cada fiesta del pueblo allí estaba la Iglesia haciéndose escuchar y participando con diferentes stands. El evangelismo puerta a puerta, las visitas a la cárcel y al hospital, llamaban la atención de muchos que a través del testimonio genuino de los hermanos de la iglesia, y la extraordinaria fe que nos movilizaba invitaba a los habitantes de Choele Choel a sumarse de a poco a tan hermoso ministerio.
Sembramos cinco años de mucho esfuerzo, dedicación y nuestros corazones completamente entregados a la obra. Regados con la gracia del Señor, dio como resultado una hermosa congregación la cual hoy es el reflejo de nuestras oraciones: “Señor danos una Iglesia sana y fuerte”.
Años más tarde El Señor puso un nuevo sentir en nuestro corazón. Actualmente pastoreamos la iglesia de la cual salimos, en la ciudad de Puerto Madryn, fundada en el año 1982 por los pastores Julia y Horacio Balbi, quienes son los padres de mi esposa.
Aquella congregación que nos permitió vivir la experiencia de “plantar una nueva iglesia” quedaría guardada en nuestros corazones, y sigue creciendo, pero con más fuerza que nunca, ya que nuestro lugar lo ocuparon los pastores Lucia y Mariano Canosa quienes con gran entusiasmo, tomaron el desafío de construir finalmente el templo el cual está en un gran avance y asimismo continuaron con esa maravillosa obra que un día nació en el corazón de Dios.
Estamos agradecidos a Dios por poder seguir siendo parte de la extensión de su reino, sembrando en las vidas de las personas con un verdadero valor eterno, aquellos que le dicen “si” al Señor.