Por Osvaldo Carnival
Hay un plan maestro sobre nuestra vida; todo cambia al conectarnos con el Maestro de ese plan
El nombre Tiger Woods encierra todo un símbolo para los amantes del golf. Cuando este hombre era solo un niño pegó en la pared frente a su cama fotos de Jack NicLaus, donde se veía ganando diferentes premios internacionales. NicLaus es llamado «El Oso de Oro», uno de los más famosos de la historia del golf. Al entrar su padre a la habitación, Tiger le dijo: «Papá, yo voy a lograr cada uno de sus premios».
Cuando Tiger tenía alrededor de doce años de edad una persona se acercó a Niclaus y le dijo:
—Quiero que veas jugar al golf a un niño, y lo llevó frente a Tiger.
Al observarlo quedó sorprendido y expresó:
—Él no solo será capaz de alcanzar mis logros, sino que los superará ampliamente.
Hoy Tiger Woods es toda una leyenda. Es el único jugador de la era moderna que alcanzó los cuatro títulos más importantes de una sola vez. El relator del Abierto de los Estados Unidos expresó lo siguiente: «Esta es la hazaña más grande que alguien haya alcanzado jamás en cualquier deporte. ¡Hemos sido testigos de un milagro!».
Generalmente, se piensa que la plenitud de este deporte se alcanza a los cuarenta años; sin embargo, él llegó a conquistar la cima, mucho antes.
¿Qué cosa marcó la diferencia? Un sueño.
¿Tiene usted su propio sueño?
Atreverse a soñar
A lo largo de la historia vemos que aquellos que hoy admiramos como grandes héroes o genios eran gente sencilla, gente común y corriente que no miró sus limitaciones, sino que se atrevió a fijar sus ojos en el sueño.
Muchas veces nos equivocamos en concentrarnos en los medios o estrategias, pues ellos no vendrán, si antes no tenemos un sueño. Lo primero es ATREVERSE A SOÑAR.
Existe una actitud que acompaña al sembrador en su tarea: se llama esperanza. Nadie sale a trabajar la tierra sin la expectativa de que, luego de un tiempo, pueda recoger el fruto plantado. El que siembra debe soñar. Para esto, muchas veces, hay que romper con el poder de la resignación. Necesitamos tener una visión, un sueño. De lo contrario, la situación puede asemejarse a la de un barco bien abastecido y con tripulación suficiente para comenzar el viaje, pero sin un destino, sin un puerto de llegada. Una persona sin un sueño, sin un objetivo, no llegará a ninguna parte. Usted no es fruto de una casualidad. El hombre no es un accidente de la naturaleza, como algunas veces quieren hacernos creer. Tampoco es una consecuencia de la evolución. Siempre pienso que es más difícil y que se necesita mucha más fe para creer en muchas de esas teorías, que en la sencillez de lo que la Biblia dice.
El libro de Génesis nos cuenta que, en el momento de la creación, Dios hizo todas las cosas por su palabra; una orden, y lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Pero cuando llegó el momento de crear al hombre, Dios se detuvo y dijo: «Hagamos al hombre». Tomó polvo en sus manos y con la pericia de sus dedos lo moldeó. Le dio forma. Está comprobado científicamente que la tierra posee unos catorce
componentes básicos y que el hombre los posee. Nada es casual, todo tiene una razón de ser. Cada parte del cuerpo tiene un propósito y cumple una función. En todo hay sabiduría.
Albert Eintein supo decir: «Dios no jugaba a los dados al crear el mundo». Sin duda, el famoso científico tenía razón: hay un plan maestro sobre nuestra vida; todo cambia al conectarnos con el Maestro de ese plan. Aquí es donde surge la importancia de Más Iglesias.
Más Iglesias significa más lugares donde las personas puedan descubrir su propósito, conectarse con el plan del Maestro, y recibir esperanza para seguir adelante. No se trata solo de construir estructuras, sino de construir comunidades de fe que inspiren a soñar y a actuar. En un mundo donde la resignación y la falta de dirección pueden paralizar, Más Iglesias es una invitación a sembrar esperanza, a fijar los ojos en el sueño divino y a caminar hacia el destino que Dios ha preparado para cada uno.