POR CARLOS Y LILIANA HERNÁNDEZ
Somos Carlos y Liliana Hernández, y con nuestras cuatro hijas, Florencia, Belén, Salomé
y Laura, llegamos en mayo 2002 a la ciudad de León.
LEÓN es una ciudad que esta al noroeste de España. Es una ciudad pequeña, a pesar
de haber sido la capital del Reino de España durante 1000 años, como dice Carlos, es la
Siberia española, ya que tenemos nueve meses de invierno y muchos de ellos con nieve.
En ese mes de mayo del año 2002 se juntaron muchas situaciones inesperadas que hi-
cieron, a ojos humanos, ver como imposible nuestra salida al campo. El corralito en Ar-
gentina, el cambio en Europa al euro y el cambio de la ley de Extranjería en España. Pero
DIOS OBRO EL MILAGRO y el 29 de mayo de 2002 aterrizamos en España.
Cuando llegamos a León, no había casi ningún testimonio evangélico pentecostal. Solo
una pequeña iglesia de hermanos libres, que lamentablemente no nos recibieron bien.
Queremos creer que, por desconocimiento, llegaron a preguntarnos a qué veníamos si
ya estaban ellos.
Comenzamos a tener nuestras reuniones en el salón de nuestro piso, nosotros seis, y re-
partíamos tratados. Cada domingo hacíamos nuestro culto con dirección, ofrenda, ala-
banzas y prédica. Cada uno de los seis teníamos nuestra parte, y esperábamos el fruto
de nuestra evangelización. Y así, sin desmayar, por meses. Hasta que un día llegó una fa-
milia que aún hoy son obreros de la iglesia. Recordamos llegar los niños de la familia, de
7 y 9 años, y se nos llenan los ojos de lágrimas al pensar que Carlos ya los casó a los dos.
Esas reuniones en casa nos costaron 11 mudanzas. Porque decían que éramos raros, por-
que rezábamos y venía gente, hasta que pudimos alquilar un local de 47 metros cuadra-
dos en el año 2006. Siguieron años en que Dios probó nuestra fidelidad y fe, ya que no
experimentábamos el crecimiento por el cual orábamos y trabajábamos. Atravesamos
momentos económicos muy difíciles, pero nunca, por la fidelidad de Dios, pensamos en
abandonar. Sabíamos en quién habíamos creído, y quién nos llamó.
A cambio, el Señor nos ha dado el gozo de tener hijos espirituales en otras naciones, que
se han convertido con nosotros. Otros que se han reconciliado con el Señor, otros sim-
plemente pastorearlos. Por tener León la característica de ser una ciudad universitaria
que vienen estudiantes de muchos sitios, hoy tenemos hijos espirituales repartidos por
todo el mundo, en Estados Unidos, Brasil, Chile, África y tantos lugares más
Por la misericordia del Señor, la Iglesia hoy ha crecido. Tenemos un local de 200 metros,
el cual está llegando a su límite de capacidad. Hay obreros que sirven al Señor con ale-
gría, estamos trabajando en la capacitación de los obreros, y ahora estamos a punto de
iniciar un ayuno de 21 días, ya que estamos pensando extender las estacas a otros sitios
sin testimonio.
Dios nos ha bendecido mucho más de lo que podríamos haber imaginado. Hoy nuestras
hijas todas son parte del ministerio. Dos ya han formado su propia familia, y el Señor nos
ha bendecido con cuatro nietas leonesas.
Sabemos que todavía queda mucho por hacer y que estamos abocados a la tarea para
que el Señor nos encuentre haciendo lo que nos encomendó.
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Nota tomada del boletina mensual del Departamento Nacional Misionero.