Los fracasos no son acontecimientos terminales, que marcan el fin de algo, a menos que se lo permitamos. Todo en la vida se aprovecha, y en particular lo que se malogra o no sale como esperábamos, porque tiene el propósito de ayudarnos a crecer. Por eso, es importante que lo vivamos así y no nos desmoralicemos. Hace un tiempo, hablaba con una persona que con mucha sinceridad abrió su corazón. En ese momento, tenía una mochila a su lado, la señaló y me dijo: “Osvaldo, yo tengo una bolsa llena de sueños rotos”. Esto me impactó profundamente, porque encontró las palabras justas para describir ese momento de la vida cuando uno de repente se detiene y dice: ”¡Cuánto dolor, cuánto fracaso!”.
Al respecto, el consagrado golfista Roberto De Vicenzo sostenía que “el golf no es apto para quienes tienen poca tolerancia al fracaso. La frustración puede ser constante e intensa. Por eso, muchos empresarios exitosos abandonan este deporte casi de inmediato”. Sepa que el fracaso no es el que lo moldea, sino la manera en la que reacciona frente a una derrota. Es decir, no es determinante en la vida de nadie, lo es la forma como se reacciona ante las circunstancias adversas. En el camino hacia el triunfo, siempre va a tener que detenerse inevitablemente en estaciones de fracaso.
A mí me gusta mucho leer biografías, me he sorprendido al enterarme que infinidad de personas exitosas, que triunfaron en la vida, han estado marcadas por profundos momentos de fracasos. Usted preguntará: “¿Cuál fue la virtud que les permitió triunfar?”. Quizás se lo atribuya a su inteligencia, algún talento innato o su capacidad. Temo decirle que no. La clave del triunfo estuvo en la actitud que tuvieron cuando todo se derrumbó a su alrededor, fueron personas que se atrevieron a levantarse en medio del fracaso.
Muchas veces esta sociedad, que se caracteriza por su alto grado de competitividad, nos hace sentir perdedores. En estas situaciones o momentos poco importa la opinión de los demás, lo importante es que no la tomemos como una verdad absoluta, que no la creamos a pie juntillas. Lo fundamental es que consideremos la apreciación del resto como algo irrelevante. De ninguna manera debemos conformarnos con ese criterio establecido, no nos tenemos que entregar. Pues siempre es posible aprender del fracaso, para poder levantarnos y seguir adelante.
Todo cambio se genera a través de la alteración de las actitudes y de los hábitos de pensamiento. Entonces, lo correcto será comenzar a buscar las modalidades más viables para que las cosas se puedan concretar, en vez de buscar las razones para explicar por qué no se pueden hacer.
La gente no fracasa porque no puede superar los obstáculos, sino porque se da por vencida. El mensaje crucial para el día de hoy es que tenemos que ser perseverantes. La perseverancia es el hábito de seguir adelante hasta alcanzar los objetivos. Mientras más tenaz e infatigable sea usted, mayor garantía de éxito tendrá.
Estimado ministro, perseverar en las promesas que Dios le hizo es clave para ver Su obra manifestarse en su plenitud. Cada “Sí” y cada “Amén” que damos en respuesta a Su llamado, y darán fruto en su debido tiempo. En estos tiempos de desafíos, Argentina clama por más iglesias, lugares donde la fe se fortalezca, las vidas sean transformadas, y la luz de Cristo brille con más fuerza. Sigamos avanzando con valentía, sabiendo que el Señor es fiel para cumplir lo que ha prometido. ¡Adelante, que la cosecha es grande y el tiempo es ahora!
Así que no se dé por vencido jamás. Porque mientras haya vida, habrá perspectiva de triunfo.