POR DANIEL PELOZO
Permítanme compartirles una parte de mi viaje misionero, una travesía marcada por la
gracia de Dios, la pasión por las misiones y el constante deseo de ver el reino de Dios ex-
pandirse en todo el mundo. Desde los primeros días en los que la semilla de las misiones
fue sembrada en mi corazón hasta el presente, cada paso ha sido guiado por la mano
del Señor y fortalecido por la comunidad de fe que me rodea.
Mi primer encuentro con las misiones fue en la iglesia donde mi padre pastoreaba. Re-
cuerdo vívidamente cómo, a una edad temprana, fui inspirado por el testimonio de mi-
sioneros que compartían su llamado y su pasión por llevar el evangelio a lugares remo-
tos.
Recuerdo muy bien al misionero Misael Nieto, que iba a abrir una iglesia en la provincia
de Catamarca, Argentina, y de cómo ese fue el inicio de mi pasión por movilizar misio-
nes. Más tarde el misionero Rocky Grams, llego a predicar a nuestra iglesia y en ese culto,
Dios me llamó al servicio misionero transcultural. Desde entonces, el fuego misionero
ardió en mi interior, y cada experiencia posterior solo sirvió para avivarlo aún más.
Cuando finalmente salimos al campo misionero transcultural, junto a mi amada esposa
Vivi y nuestros tres preciosos hijos, nos sumergimos en la aventura de obedecer el lla-
mado de Dios a las naciones. En Paraguay, decidimos impulsar la visión misionera en la
iglesia local, organizando conferencias y eventos que despertaran el corazón misionero
de la comunidad de fe. Fue emocionante ver cómo cada evento tenía un impacto pro-
fundo y cómo, en colaboración con otras iglesias, pudimos enviar una familia misionera
a la necesitada ciudad de Juan O’Leary. Tiempos maravillosos de ver avanzar la visión
misionera no solo en nuestra iglesia, sino también en otras de la zona.
Nuestra travesía nos llevó a Venezuela, donde tuvimos el privilegio de fundar el Depar-
tamento Nacional de Misiones. Fue una experiencia maravillosa, llena de desafíos pero
también de innumerables bendiciones. Allí, no solo nos dedicamos a dirigir las misiones
en el país, sino motivar para las misiones transculturales en todo el territorio venezolano,
también nos involucramos en la labor misionera local, siendo pastores de la iglesia :La
Gran Campaña de fe en Dios”, Fundamos lo que llamábamos “MAPA” misiones de amor
a los pueblos andinos, sirviendo a comunidades necesitadas en los Andes venezolanos.
Allí en Venezuela también nació nuestra cuarta hija, Katheryn, un regalo tan grande de
Dios, que hasta ahora continua dándonos satisfacciones por la obra de Dios en su vida.
Después de nuestro tiempo en Venezuela, fuimos invitados a movilizar misiones en Ar-
gentina durante seis años más, antes de regresar al campo misionero en Costa Rica.
Aquí, hemos tenido el privilegio de pastorear la Iglesia Central de las Asambleas de Dios
durante cinco años, convirtiéndonos en una iglesia que no solo da más para misiones
en el país, sino que también la iglesia que más misioneros activos tiene en el campo
transcultural.
Nuestra experiencia como misioneros y pastores de una iglesia en constante crecimien-
to ha sido un desafío apasionante. A menudo, observo que las iglesias pueden perder de
vista su llamado misionero en medio del crecimiento y la expansión. Es por eso que me
siento compelido a enfatizar la importancia de motivar a nuestra gente hacia la misión,
cumpliendo así el mandato de ir, orar y ofrendar.
Enseñanza, predicación, celebración, oración, participación activa, transparencia en el
uso de los recursos y modelado del compromiso misionero son algunas de las estrate-
gias clave que he encontrado efectivas para motivar a la iglesia hacia la misión. Al man-
tener un enfoque constante en el mandato misionero de ir, orar y ofrendar, podemos
movilizar efectivamente a nuestra comunidad de fe hacia una participación activa en la
obra misionera, cumpliendo así la gran comisión de hacer discípulos de todas las nacio-
nes.
Comprometidos a seguir adelante, estemos donde estemos, llevando el mensaje de es-
peranza y salvación a los perdidos y necesitados, nos comprometemos a motivar misio-
nes, enviar misioneros y plantar iglesias misioneras en todo el mundo. Nos regocijamos
profundamente al ver cómo Dios continúa utilizando a nuestros hijos en la misión trans-
cultural, y nuestra pasión por la obra misionera solo se aviva más con cada generación
que se une a esta gran tarea.
Queridos compañeros, que nuestras vidas y ministerios sean testimonios vivientes del
poder transformador del evangelio y del llamado irresistible de Dios a llevar su amor a
los rincones más remotos de la tierra. Que sigamos adelante con valentía y determina-
ción, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor nunca es en vano.
Con gratitud y esperanza en Cristo, Daniel Pelozo, Misionero y Pastor