Autor: Leo Arribas
La historia del Éxodo tiene origen en un hombre: José. Fue un varón que vivió detrás de un sueño, todos los de su tiempo pasaron, él mismo pasó, pero lo que hizo trascendió generaciones y quedó como un legado para la posteridad. Sus sueños, firmeza, carácter, pasión, e integridad, nos enseñan que para Dios no hay nada imposible, y que lo imposible se rinde ante Sus pies.
Un hombre que desde la esclavitud llegó a la máxima función antes de Faraón. Su vida fue más allá de sus días, su vida impactó su generación, y hoy impacta la nuestra. Como José, fuimos esclavos, nos encontramos por mucho tiempo presos de los vicios, del pecado, y hoy entendemos que nuestro pasado no es excusa para levantarnos y cumplir el propósito de Dios en nuestra vida y en esta tierra, para bendecir a las generaciones que vendrán a los pies de Cristo.
Con José muerto, ¿acaso se terminaba el plan de Dios? El pueblo de Israel se multiplicaba y crecía, pero había alguien más que no quería el crecimiento de la nación. Faraón expresaba: que no se multipliquen. La idea de Dios es que crezcamos y seamos fortalecidos; que lleguemos al máximo desarrollo de nuestras vidas y que podamos multiplicarnos. La idea de Faraón, es muy diferente a la de Dios.
Faraón es un símbolo del diablo, se presenta como el hostil adversario dispuesto a utilizar cualquier recurso para detenerte en el viaje que has comenzado. Su plan es empequeñecerte, humillarte y debilitarte, para que no crezcas. El plan que Faraón utilizó para interrumpir el desarrollo de la nación heredera de la promesa, es el mismo que Satanás emplea hoy, para frenar tu crecimiento.
Uno de los recursos que usará para que no crezcamos es el rechazo. Hará que sientas que tu obra no es trascendente. Es lo que los religiosos fariseos hicieron con Jesús: menospreciaron sus métodos e ignoraron sus resultados, su fruto. Muchas veces el diablo intentará decirte: “lo que haces no es tan tremendo”, “¿ves?, al final a nadie le importa”, y agregará: “nadie se da cuenta de tus esfuerzos”. Él espera que te sientas rechazado y poco valorado, identifica esta estrategia y no caigas en su engaño.
Otro medio para detener tu crecimiento es el miedo. Cuando Faraón vio que los que estaban a su lado estaban creciendo más, intentó frenarlos. ¡Qué pensamiento carente de visión! No sabía que si ellos crecían, él podía quizá tener un ejército más grande, una nación más fuerte, más producción. El temor que tuvo fue perder su posición. En este sentido nuestros temores e inseguridades también detienen nuestro crecimiento.
Finalmente, las pesadas cargas también interrumpen el crecimiento. Faraón aumentó el trabajo del pueblo de Israel, y así Satanás querrá cargarte para detener tu andar. Aquí es donde muchos desisten, porque posiblemente estén pasando luchas que saben diabólicas y entonces surge el desánimo. Frente a esta táctica hay que saber algo: que el diablo se acerque a tu vida no significa que estés en pecado o en derrota; cuando caes en su trampa, es allí donde estás en problemas.
Las molestas cargas, tienen un objetivo: la distracción. Primero comienzas quitando los ojos de la meta, y luego te sacan del propósito. Observemos algo del texto: “…y edificaron para Faraón”, cuando le damos lugar a esas cargas terminamos edificando para Faraón.
Dios nos llamó a edificar la iglesia, Él quiere edificar su iglesia sobre ti.
Extraído del libro “Se llenó de ellos la Tierra”.