Autor: Juan Masalyka
Así dice el Señor: “Se oye un grito en Ramá, lamentos y amargo llanto. Es Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser consolada; ¡sus hijos ya no existen!” Jeremías 31:15
El Profeta Jeremías recibió una revelación del pasado histórico: el cuadro de una madre levantándose de su tumba y llorando por su descendencia al ver su destrucción. El gemido de Raquel es el gemido de millones de padres que claman por sus hijos alrededor del mundo.
Sin embargo, veamos lo que dice el Señor en los versículos 16 y 17: “Reprime tu llanto, las lágrimas de tus ojos, pues tus obras tendrán su recompensa; tus hijos volverán del país enemigo (…) Se vislumbra esperanza en tu futuro: tus hijos volverán a su patria…”
DIOS OYÓ EL LLANTO DE RAQUEL:
Ella fue una mujer de sufrimiento. No podía concebir hijos y pidió que Dios le quitara esa afrenta. Cuando José nació, hizo otro pedido: Que el Señor le añadiera otro hijo. Dios le respondió y, en un trabajoso parto, murió llamando a su pequeño Benoni: “hijo de mi tristeza”. Jacob no aceptó ese nombre y lo cambió por Benjamín: “hijo de mi felicidad”.
“….un grito en Ramá, lamentos y amargo llanto”: Ramá era el lugar de concentración de los cautivos, jóvenes encadenados que salían a tierra extraña. Esa descendencia esparcida en el mundo no está desaparecida a los ojos de Dios. Ese llanto de Raquel se extiende hoy a millones de familias donde los padres ven cómo las drogas están arruinando a sus hijos y nietos.
“Se vislumbra esperanza en tu futuro”: Son casi audibles las palabras del Profeta para hoy: tus hijos volverán a su patria. ¡Regresarán! Hay recompensa por tu perseverancia en la oración, por seguir confiando. Llegará la hora de la restauración. Las promesas de Dios son fieles y, a su tiempo, Él las cumplirá. Como padres quisiéramos evitar las aflicciones de nuestros hijos pero estas pueden ser las cuerdas de amor que los atraerán hacia Él.
¿QUE NOS CORRESPONDE HACER A NOSOTROS?
Escuchemos al Profeta Jeremías: “Ponte señales en el camino, coloca marcas por donde pasaste, fíjate bien en el sendero. ¡Vuelve, virginal Israel; vuelve a tus ciudades!” Jeremías 31: 21. Señales indicadoras, como en el tiempo de las caravanas, dejaban marcas en el desierto para no perderse. Es un lenguaje de ternura llamando al regreso, sin condenación, sin juicio. Los padres serán las marcas en el camino de retorno al hogar, a los brazos del Padre Celestial. Ellos serán las brújulas por las que los hijos volverán cuando todos les hayan dado las espaldas. Dios es el que tiene la iniciativa de salvación de los hijos de Raquel, en una nueva relación con El.
San Agustín, tan admirado por toda la Iglesia por su pensamiento cristiano, no siempre fue un santo. Cartago en aquellos tiempos era la atracción de los jóvenes, por los entretenimientos, diversiones y juegos. Allá fue Agustín a los 17 años. Encontró una amante, vivió en forma disipada y antes de los 20 años tuvo un hijo ilegitimo. Se relacionó con una secta sin límites morales, cayendo más bajo. En todos esos años, su madre Mónica, una fervorosa creyente en Cristo, no dejó de orar para que su hijo conociera a Dios de verdad. En sus confesiones, él la retrata como la madre espiritual que lo persiguió con sus oraciones, lágrimas y consejos.
La conversión de Agustín fue dramática. Un día, leyendo la carta a los Romanos, un rayo de luz traspasó su mente y su alma. Pasó de muerte a vida y en el año 391 fue ordenado como Obispo de Hipona (hoy Argelia). Mónica no pudo ver ese día pero su obra ya estaba terminada. ¿Qué hubiese pasado si Mónica no hubiese perseverado en oración?
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