Autor: Stella Luna
Hace unos días leí un interesante artículo, donde un periodista argentino hablaba de lo que él calificó como “el poder evangélico”. ¿Poder evangélico? ¿Desde cuándo existe el tal poder evangélico? -pensé al leer el título de su reciente libro- si no hemos podido cambiar ni siquiera las leyes que salimos a defender en las calles.
No pude resistir la tentación de buscar su significado: “dominio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo”. La verdad es que los ministros utilizamos miles de veces la palabra “poder”, pero siempre vinculado a lo espiritual sin embargo la sociedad tiene una concepción de “poder” muy distinta, y tal vez un poco más cercana a la definición del diccionario.
En la nota el autor manifestaba una creciente preocupación en los sectores políticos de Latinoamérica, ante el crecimiento del pueblo de Dios. De inmediato vino a mi memoria un momento histórico donde un líder nacional tuvo temor al observar el crecimiento del pueblo de Dios y decidió tomar duras medidas: “El rey le dijo a su pueblo «Miren, el pueblo de Israel ahora es más numeroso y más fuerte que nosotros. Tenemos que idear un plan para evitar que los israelitas sigan multiplicándose.» Éxodo? ?1:9-10 NTV, (¿te acordas?).???
??Al parecer el pueblo de Dios siempre ha sido observado y su crecimiento ha generado preocupación en los poderosos, pero la pregunta que me hago es la siguiente: ¿cómo se ve la iglesia a sí misma? Porque, aparentemente, Israel nunca vio lo que sí pudo ver faraón, él estaba consciente de que ellos eran un pueblo “más numeroso y más fuerte”; sin dudas, tenía que hacer algo para detenerlo. Pero, ¿por qué Su pueblo desconoció su propio poder?
Si logramos vernos a nosotros mismos como un pueblo numeroso y fuerte y que además se multiplica en la adversidad (ver Éxodo 1:12), creo que podemos capitalizar el “temor” para levantar más alto que nunca la Palabra de Dios, defender sus principios y valores; y mostrar a Cristo como Salvador.
Somos un pueblo numeroso y fuerte pero si no actuamos como tal, el enemigo podrá subyugarnos. Si tan solo supiéramos…