Autor: Maximiliano Gianfelici
La palabra Hogar viene de hoguera: fuego encendido que se mantiene para dar calor, donde la familia se reúne. La familia esta instituida por Dios para que dentro de ella se desarrolle cada miembro en unidad, amor, enseñanza y direccionados en la Palabra, donde la Presencia de Dios sea el centro de adoración y búsqueda constante.
El huésped principal de nuestros hogares es Jesucristo por eso tiene que ser acogedor para El no para nosotros, si abrimos la puerta al Espíritu Santo, nuestros hogares serán transformados para la gloria de Dios, porque Dios tiene un destino, tiene un propósito. Nuestro hogar es el lugar donde muchos van a ser transformados por el poder de Dios.
Dios escogió nuestro hogar como una habitación donde permanecer, por eso debemos cambiar nuestra manera de pensar, buscar a Dios transformando los ambientes, nuestro anhelo debe ser que su Presencia se quede a morar.
En 2º de Crónicas 34 (RVR) nos habla del reinado de Josías quien fue un rey muy especial, el pueblo de Judá y de Israel se había dividido, estaba viviendo una crisis, después del reinado de David su hijo Salomón hizo lo malo delante de Dios por eso el reino se divide, Israel al norte y Judá al sur. Israel desaparece primero porque vuelca su corazón a la idolatría y al pecado, en cambio Judá sobrevive unos años más. En Judá hay una secuencia de reyes que van a establecer el gobierno de esa nación delante de los ojos de Dios, algunos hicieron lo correcto y otros lo incorrecto, pero en realidad van a entrar a una decadencia absoluta, y lo que tenía que ser un pueblo llamado para construir un hogar en la tierra para Dios y revelarse a ellos, fue corrompido.
El padre de Josías se llamó Amón quien profano todo lo santo, destruyo el hogar porque era lo que había aprendido de su abuelo, abrió la puerta al pecado, a la corrupción, a los ídolos, fue tan fuerte lo de Amón que en una conspiración lo mataron, sus asesinos quisieron tomar el reino, pero la misma gente saturada de tanta maldad mato a los asesinos y levantaron a Josías que era un niño de ocho años, como rey.
Este niño de ocho años tenía una mama temerosa de Dios quien lo introdujo a su corta edad al camino de Dios, en ese momento el templo estaba destruido, la familia estaba destruida, había sido rasgada, ya había una condenación sobre el pueblo, Dios había determinado que se irían cautivos, había una maldición sobre ellos, y en este proceso aparece este niño de ocho años con su mama que lo instruye en el camino de Dios. Cuando este niño recibe el reino decide cambiarlo, comienza una limpieza, un orden, llama a los gobernantes para que saquen los ídolos, llama al pueblo para que lleven ofrenda y reconstruyan el hogar, el templo.
Un niño, una nueva generación se levanta, en el momento de limpiar, de reconstruir el templo, Josías encuentra el libro de la ley, el cual estaba perdido; en este libro Dios establecía a que su pueblo seria el que le iba a dar hogar, pero que si desobedecían y hacían lo malo, iban a caer. Cuando Josías entendió esto no se tira a pedir perdón al contario mando a reconstruir, a sanar, a levantar los muros, a limpiar la nación, sabía que había una maldición en su familia, pero Dios por amor a Josías, por su entrega, su devoción, su determinación, permitió que su familia sea salva, Dios lo libero de la muerte, lo hizo prospero, bendecido. Josías entonces celebro la pascua como nunca antes se había hecho, en su generación, en los treinta años de su reinado hubo consuelo.
A esto nos está llamando Dios a limpiar, a derribar, a quebrar, a quitar las culturas del pasado porque donde hay un corazón bien direccionado no importa el peso de la maldición, por el poder de Jesucristo la bendición del cielo es más fuerte. Debemos determinarnos a no vivir lo del pasado porque Dios nos envía un renuevo, necesitamos creer como un niño, tener la inocencia de Josias, romper todo lo que nos ata, los lazos familiares dañinos y poner nuestra familia a los pies de Jesús.
Determinarnos a pelear por nuestro hogar, por nuestra familia, porque si Dios interviene sobrenaturalmente todo puede ocurrir, por delante nuestro hay bendición pero muchas veces negligentemente no actuamos para que nuestros hogares sean sanos, limpios, nos acostumbramos a vivir entre el pecado, a repetir las mismas historias y pretendemos que alguien más lo haga por nosotros; pero hay un llamado de Dios para volver a creer, debemos darnos cuenta que sobre nuestra familia no hay maldición porque Jesús en la cruz del calvario la corto, cuando en “nuestra generación Dios hace el milagro la bendición es desatada”.
En el libro de San Juan 19:25-27 (RVR) nos menciona que cuando Jesús está a punto de morir ve a sus pies a su madre y a su discípulo amado, y le encomienda que se cuiden mutuamente, le encarga a su mama que cuide de Juan como a su discípulo de ella, tanto es así que se la lleva a vivir a su casa. Jesús está cumpliendo su rol de primogénito, como José su papa carnal había muerto María queda a cargo de Jesús y de sus cuatro hermanos y podemos ver como en todo su ministerio se ocupa de su madre y de sus hermanos, a pesar de que estos no creían en El.
Vemos como Cristo cuando es crucificado su familia natural está a sus pies, aunque no sus hermanos. Sin embargo Jesús pone orden en su familia, María se conecta con Juan y hace de la casa de Juan su hogar, ese día ellos quedaron desolados a los pies de la cruz. Tres días después Jesús es sepultado, resucita y se revela en ese hogar el cual es transformado y los que no creían comienzan a creer.
Debemos llevar nuestros hogares a la cruz de Cristo, es decir sujetarnos a la voluntad de Dios, abrazar la cruz a pesar de que las dificultades y las circunstancias me digan lo contrario, miro sus manos, miro sus heridas, no me muevo y esto nos garantiza que nuestra familia estará en el lugar más elevado, porque si abrazamos la cruz de Cristo disfrutamos del poder de la resurrección, disfrutamos del poder que todo lo puede, que todo lo cambia, que todo lo hace nuevo y el que no “cree va a creer”.
Se trata de la eternidad de nuestras generaciones abrazando la cruz, aceptamos el dolor de la vida, aceptamos que todo no es simple, que vivimos en un sistema caído pero que creemos en un Dios que nos lleva a confiar porque estará con nosotros hasta el fin del mundo, nada nos habilita para escaparnos de la cruz de Cristo, cuando llevamos a nuestra familia a los pies de la cruz el poder de la resurrección se manifiesta en nuestro hogar. Cuando Cristo se manifiesta en el hogar de María estaba Juan, pero también Jacobo el hermano de Jesús quien se transformó en el líder de la iglesia de Jerusalén y Judas quien escribió el libro donde mayor revelaciones tiene de las cosas que han de venir, esto sucede porque Jesús sujeto su hogar a los pies de su cruz.
La cruz nos escogió, Dios escogió nuestro hogar para morar, Dios escogió nuestro matrimonio para ser quien lo gobierne, Dios escogió nuestros hijos para que invadan las naciones con la gloria de Dios, el Señor moviliza nuestros corazones, nos llamó a esta tierra, nos plantó en este lugar, Dios nos escogió como un hogar que manifieste su gloria, que manifieste su poder.
En la cruz hay perdón, la sangre de Cristo tiene poder, limpia, redime, sana, rompe maldiciones, si en un contexto de maldición la actitud de un niño de ocho años transformo su hogar cuanto más en el contexto de la gracia de Jesucristo la determinación de una persona va a producir milagros y señales, la gracia del Señor ha cubierto todo este tiempo.
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