Por Enrique Strohschein
Genesis 22 encontramos una de esas historias que suelen resaltar a la vista de todos porque vemos como el comportamiento de Dios es siempre peculiar a lo que podemos imaginar. Allí encontramos en el relato que Abraham, a quien Dios denomino su amigo, tuvo que enfrentar pruebas y críticas. No hubo un salvoconducto por ser el amigo de Dios, es decir, que es innegable que las prueba son una realidad latente y que forma parte de la vida (1 Pedro 1.6, Deut.8.15). Pero es allí donde aprendemos que es muy importante continuar con la marcha y arribar al lugar el cual Dios nos señaló, en donde se encuentra su bendición.
¿Pero cómo saber cuál es el lugar que Dios nos señaló?
Sencillo, oyendo su voz. Por eso es fundamental saber definir cuál es su voz y el mensaje que trae sus palabras. Y entender que en medio de la prueba, de la marcha, la adoración a Dios (Hc.16.25, Dn.6) es la que quitará el pesar y traerá alivio.
Debemos tener en mente que la prueba nos demanda que realicemos una renuncia total a nuestro yo, es decir una entrega absoluta, lejos de todo sentimiento humano. Entendiendo que si la orden vino de Dios, lo único que debemos hacer es obedecer. Si nosotros confiamos en Él, la provisión llegará una vez rendido todo como sacrificio de adoración.