La Iglesia, unidad con propósito

Por Juan Carlos Escobar

 

Estar juntos no es sinónimo de unidad, o dicho de otra manera, no quiere decir que por estar juntos necesariamente estaremos unánimes.

 

Mateo 18:19 “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”

 

  1. JUNTOS Y UNÁNIMES El contexto del capítulo 18 del Evangelio de Mateo nos acerca a un escenario en el que Jesús enseña sobre el ámbito de las relaciones. Nos instruye en cuanto a no caer en las grandezas; nos insta a ser humildes como niños; nos advierte para evitar ser piedra de tropiezo para otros; nos exhorta a estar dispuestos a sufrir mutilación personal antes que mutilar al cuerpo; apela a que no menospreciemos a quienes no han alcanzado la Gracia y a hacer todo lo posible por alcanzarlos; y nos invita a reconocer el valor de la reconciliación. Es dentro de este contexto que recibimos una propuesta que nos invita a visualizar el acuerdo como lo imprescindible para que Jesús esté en medio de nuestra congregación, es más, difícilmente somos congregación sin acuerdo. Estar juntos no es sinónimo de unidad, o dicho de otra manera, no quiere decir que por estar juntos necesariamente estaremos unánimes. Un ejemplo claro de este principio lo vemos en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los ciento veinte, “estaban todos unánimes juntos” (Hechos 1:1) Y es que si ponemos como referencia este sencillo y poderoso texto, podemos llegar a la conclusión que han sido muchas las veces que nos hemos juntado como ministros o como Iglesia pero el Espíritu Santo no ha obrado no por falta de gente metida en una mesa de trabajo o reunida en un determinado acto, sino porque Dios no ha detectado una genuina unidad, o lo que es lo mismo, el Espíritu Santo no se movió porque no halló unanimidad. Abundando en esta línea de pensamiento, el versículo 20 de este capítulo 18 del Evangelio de Mateo, desborda una poderosa afirmación: “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Quiero enfatizar dos aspectos, la congregación y quién la preside. Ya he afirmado que ser congregación no es solo estar juntos, se hace necesaria la unanimidad, pero además, la consecuencia más inmediata es que Jesús estará en medio de esa congregación. Esto es vital, necesitamos que Jesús esté en medio de nuestras convocatorias, proyectos, eventos, iniciativas, negocios, planes, campañas, cultos, vigilias, foros, debates… Jesús debe estar presente porque de lo contrario acabaremos dispersos en nuestra individualidad. Debemos ser conscientes que la primera consecuencia de la Unidad es que Jesús nos invadirá con su Gloria y, por el contrario, la primera consecuencia de nuestra falta de Unidad es la desintegración del cuerpo, por lo que Su Gloria se ausentará y vendremos a ser una alternativa religiosa más en el mundo que se verá impotente para cambiar nada porque no fuimos capaces en nosotros mismos de solucionar nuestros propios problemas.

 

  1. UNIDOS TODO ES POSIBLE La unidad es la clave para salir de la crisis y avanzar hacia un progreso sostenido. Jesús nos está dando esa clave por medio de la frase “acerca de cualquier cosa”. En esta frase encontramos un importante llamado a la unidad con propósito. Jesús nos insta a que apuntemos hacia la misma meta, que no dispersemos nuestros esfuerzos, a no despilfarrar nuestros talentos, a focalizarnos sobre algo que nos impulse a lograr un objetivo loable y que sea acorde a nuestra razón de ser. En este apartado cabría preguntarnos: ¿Tenemos claro en qué debemos ponernos de acuerdo? ¿Sabemos qué queremos o a dónde queremos ir? Qué razón tenía el sabio Salomón cuando afirma en Proverbios 29:18 que “sin visión el pueblo se desenfrena” Otra versión dice: “donde no hay dirección divina no hay orden” (BHH) Claro está, leyendo este versículo de la Biblia llego a una conclusión primaria: debo estar seguro que mi objetivo, o lo que propongo para la unidad provenga de Dios. Es vital porque de lo contrario puedo convocar una unidad basada en visión propia y provocaré división, desenfreno, desorden, desintegración. En definitiva, estamos hablando de las consecuencias de lo que emana de la imprevisión o improvisación que son actitudes aliadas del caos o de la desintegración. El apóstol Pablo, en Filipenses 3:16 declara: “Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”. Lo que nos está proponiendo nos resulta a la Iglesia en España un verdadero desafío. En cuanto al Qué sintamos lo mismo y en cuanto al Cómo somos instados a conducirnos bajo las mismas reglas. Así que en cuanto al Qué debemos recordar que la Iglesia está para llevar a cabo la Misión. Y respecto al Cómo seguramente en forma muy diversa pero bajo el poder del Espíritu Santo que solo es posible que sea derramado cuando hay Unidad con Propósito.

 

  1. DESAFÍOS PARA LA UNIDAD CON PROPÓSITO En este apartado pretendo señalar algunos aspectos que resultan propios de un análisis crítico pero carente de acritud. Pretendo simplemente llamar la atención sobre aspectos que evidencian ciertas praxis necesarias de ser analizadas y, como consecuencia, llevar a cabo iniciativas que nos transporten a mejorar lo presente en cuanto a la acción de la Iglesia Evangélica.

 

Ejemplo de ello es España. Tengo la total certeza que estamos ante un escenario de oportunidad como nunca antes España lo ha tenido para que Dios manifieste su Gloria en medio de una sociedad abocada al quebranto fruto del fracaso de la búsqueda del llamado estado de bienestar. La gente de España está lista para una alternativa espiritual frente a lo que por tanto tiempo ha venido dominando la nación. Pero, desde luego, debemos proponernos buscar como Iglesia en oración proyectos que nos propicien la Unidad con Propósito redentor. Por consiguiente, Es decir, procuremos encontrar en la Unidad una motivación que supere nuestras expectativas personales y nos envuelva en una visión de Reino. Finalmente, cabe decir que de todo lo expuesto, solo cabe enfatizar la prioridad de una vida de oración. No hay actividad que más una que la oración en el Altar. Sin duda, buscando el rostro del Señor ahí detectaremos que si hay algo que me separa del hermano, el Espíritu Santo me impulsará a buscar la unidad y a cancelar toda deuda que pudiera obstruir el fluir del Cielo en la Tierra y es que, precisamente, si para algo buscamos unirnos es para orar y pedir que el Cielo invada la Tierra.

 

RECUPERADO: http://protestantedigital.com/blogs/4416/La_Iglesia_unidad_con_proposito