Por Susana Rossi
Hace ya varios años utilizamos en nuestra iglesia, el sistema de células como medio de trabajo para la integración del nuevo creyente y la formación del carácter de Cristo en la vida de los discípulos. Hemos visto resultados maravillosos, de vidas transformadas; hombres y mujeres que van creciendo y madurando en el propósito de Dios.
Y meditaba en esta idea, porque al igual que sucede con una célula, en nuestra familia debemos aspirar a lograr los mismos resultados, es decir generar un ambiente adecuado para la formación del carácter de cada uno de ellos y alcanzar la integración como familia en: amor, armonía, respeto y apoyo mutuo.
Por esta razón creo en dos conceptos fundamentales:
LA IGLESIA DEBE FUNCIONAR COMO UNA GRAN FAMILIA.
LA FAMILIA DEBE SER MI PRIMERA CÉLULA.
Afectando nuestras generaciones
Sin lugar a dudas, uno de los mayores anhelos que tenemos los cristianos, es afectar nuestras generaciones, es decir que nuestros hijos, nietos, bisnietos y aun los que vendrán después de ellos, no se aparten de los caminos del Señor, sino que le sirvan con todo su corazón.
“Y éste será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre.” (Isaías 59:21)
Esta promesa en verdad es un aliento para nuestras generaciones. Si bien esta hablando al pueblo de Israel en épocas de Isaías, aquellos que amamos a Dios y le servimos, podremos comprobar que tarde o temprano será una realidad, también para nuestras familias.
¡Somos llamados a afectar generaciones! Tenemos un Dios de pactos que no solo quiere bendecir nuestras vidas sino las de aquellos a quienes influenciamos, empezando por nuestro hogar.
¿Estamos levantando familias sacerdotales?
Al escudriñar la Palabra de Dios llego a la conclusión, que lo que debería ser bendición y legado espiritual, en ocasiones se termina deformando.
Entiendo que un hombre o mujer de Dios puede ser muy efectivo en su tarea pastoral, pero fallar a la hora de ser padre/ madre en su propio hogar. Basta con mirar la historia de Elí con sus hijos para entender de lo que hablamos. Me pregunto entonces ¿cómo podemos servir al Señor con autoridad, sin corregir a nuestros hijos?
El apóstol Pablo, al escribirle a Timoteo, le menciona una de las características de los obispos de la iglesia. Aquellos que sirvan al Señor tienen que, entre otras cosas, tener la siguiente característica:
“que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?) (1 Timoteo 3:4-5)
Claramente Pablo estaba sentando una de las bases para servir con autoridad en la iglesia del Señor: la sujeción de los hijos.
¿Podremos encontrar gratificación en nuestras actividades si nuestra familia está en caos? Lamentablemente observo aún a lideres de la iglesia que en una actitud de negación se refugian en sus quehaceres o aún en el servicio en el templo, para no ver lo que en verdad sucede a su alrededor.
¿De que me servirá ganar todo el mundo y ser reconocido como un gran hombre o una gran mujer de Dios, si en el camino pierdo a mi familia?
Creo no equivocarme en pensar en la idea de que muchos hombres y mujeres en la Palabra de Dios, al igual que nosotros, quisieron hacer las cosas bien, pero en el camino se equivocaron y lo que es peor no supieron corregir sus errores a tiempo.
Pensaba en ¡Cuántos errores cometemos los padres! Nos encantaría que existiera una escuela o al menos un manual para padres, ¡pero aún no lo hay! La escuela: es la vida y el manual: es la Palabra de Dios que nos enseña con fundamentos claros a formar a nuestros hijos de manera ética y con valores claros acerca de los principios de Dios.
Cuando como pades tal vez vemos a un hijo que anda por mal camino en la vida, probablemente lo primero que nos preguntamos es: “¿que hice mal?” “¿en qué me equivoqué?”
Por supuesto que no siempre es responsabilidad de los padres lo que los jóvenes hacen, sobre todo cuando ya son adultos. La ley en este sentido nos ayuda a poner un límite a nuestra obligación de padres, es decir, cuando son mayores de edad lo que hagan ya es su responsabilidad y deberán hacerse cargo de sus actos.
Espiritualmente sucede lo mismo, los primeros años, la adolescencia y la primera juventud es la época ideal para dejar huellas permanentes en sus mentes y corazones. Luego ellos aprenderán a tomar sus propias decisiones. Si contás con pequeños en estas edades, proponete dedicar tiempo a la formación sobre todo espiritual de tus hijos. Si tal vez los tuyos ya crecieron y hoy tenés la bendición de ser abuelo, una nueva oportunidad se levanta por delante, para formar a la siguiente generación. Es maravilloso ver a abuelos abocados a la educación cristiana de sus nietos y el resultado es extraordinario. Aún si sus propios hijos se han alejado del Señor, esos abuelos llegan a sembrar semillas permanentes en sus nietos.
Que la obra del Señor no nos consuma todas nuestras fuerzas, reservemos nuestros mejores momentos para sembrar en nuestras propias familias.
Una hermosa enseñanza de vida
Que maravillosa enseñanza fue para mí y para la congregación, lo que nos sucedió. Un domingo en el que teníamos entrega de niños, vino una pareja de la iglesia con su pequeño al altar, la sorpresa fue la gran cantidad de familiares que lo acompañaban. Al preguntarles el porqué tantas personas habían asistido nos contaron que ese niño era el primero, de la quinta generación de creyentes en esa familia. ¡Fue realmente una emoción enorme para todos los presentes escuchar esa historia de vida! ¡Que maravilloso es saber que el evangelio corre de generación en generación en nuestros hogares!
¡Es Dios mismo usándonos para afectar nuestra descendencia!
Tal vez usted esta leyendo esta nota y su corazón se entristece al pensar en alguien de su familia que por algún motivo esta lejos de los caminos del Señor. Tal vez un hijo, un hermano, un nieto…Nadie esta exento de esta realidad que seguramente duele mucho. El objetivo de esta nota es alentarte en fe a que no bajes los brazos, mientras tengamos vida, podemos seguir clamando y aun sembrando en los nuestros.
Finalizo con un pasaje que seguramente alentará tu vida.
Romanos 4:18-22 dice: “Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años ), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.”
¿Será que estamos debilitados en nuestra fe? o ¿Estamos plenamente convencidos que Dios hará la obra en nuestra familia?
Si Abraham con casi 100 años no sólo pudo esperar, sino que además no dudó de las promesas de Dios, nosotros también tenemos la misma tarea, la de fortalecernos en fe, hasta ver a cada integrante de nuestra familia rendido a los pies del Señor.
¡Te animo y te desafió a no perder la fe, sino por el contrario a fortalecerte cada día en las promesas del Señor!