Por José Satirio Dos Santos
Hebreos 11:1 dice de la fe: “Es, pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Esta definición apostólica apunta a dos afirmaciones sobre la fe: el poder saber en dónde estamos y hacia dónde apuntamos cuando la usamos.
La primera declaración afirma que la fe es la certeza de las cosas que se esperan. Hace la fe tan real que la define como certeza, palabra que en su original significa fundamento, aquello que está debajo sirviendo como base. Si observamos cualquier edificio, veremos que está sostenido por un fundamento, que es el que le da seguridad. Del mismo modo, la certeza da seguridad a lo que crees, de manera que si crees y tu fundamento es la fe, tendrás aquello que crees. En el caso de la emisora, pasaron diez años, pero durante ese tiempo la fe siguió trabajando hasta desmontar todos los pronósticos adversos y hacer realidad aquello que habíamos declarado.
La segunda declaración de la fe es la convicción de las cosas que no se ven. Quiero que observes con atención que la fe está enlazada a lo invisible y la palabra apostólica apunta a hacer la diferencia entre lo visible y lo invisible. La mente apostólica a través del Espíritu de Dios pone en alerta al creyente para que vea la delgada línea entre lo visible y lo invisible.
Nuestros sentidos nos conectan siempre con el mundo visible; palpar las cosas, verlas, levantarlas, todo eso es parte de lo visible, de la vida cotidiana. Y no es que eso sea malo, pero la fe nos hace traer de lo invisible a lo visible. La diferencia ahora es que ya no partimos de lo que vemos en el mundo tangible sino que partimos de lo que vemos en el mundo invisible, tal como lo señala Hebreos 11:3 “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.
Andar por fe es contrario a nuestra forma natural de pensar. Cuando una persona en Cristo determina andar por fe, rompe la forma natural de pensar y eso puede generar conflictos. En ocasiones, dentro de nuestra propia casa, con nuestros amigos, cuando tenemos que hablar de temas que tienen que ver con el mundo invisible en el funcionamiento de la fe, no faltará quien quiera imponer lo visible. Entonces tendremos que decidir a quién hacemos caso, si a la forma natural de ver las cosas o a la forma espiritual, que es por fe y no por vista (2 Corintios 5:7). Si andamos por vista no necesitamos de fe, y esto es cuestión de decisión. Si andamos por fe no necesitamos la vista, porque una excluye la otra. Aquí cabe la pregunta: ¿de qué lado estamos? Se trata de comparar lo uno con lo otro entendiendo que al activar la fe anulamos la vista, pero al activar la vista hacemos aparte la fe. He visto cómo muchas personas han tenido experiencias saludables por vista; lo malo es que la vista no da sustento, porque no tiene una plataforma; por eso encontramos gente que adquirió todo en la vida y en un momento lo perdió. Hay un punto crucial en cuanto a lo que se puede alcanzar por vista: no se traduce en ninguna satisfacción que contribuya a lo eterno y al Reino de Dios.
Nair y yo servíamos como pastores en la iglesia de Tupã, en Brasil, que tenía un ancianato con más de ochenta adultos mayores; en mis brazos murieron varios de ellos. Me llamaba la atención que cuando las personas estaban terminando sus días en la Tierra lo menos que les importaba eran sus bienes materiales, como las propiedades o el dinero. Encontré en ese grupo apenas unos pocos que habían enlazado su producción económica con su eternidad; fueron aquellos que cuando prosperaron en sus finanzas prosperaron también en fe, pensando en el Reino de Dios; entonces esas obras les acompañaban. Pero encontramos también a aquellos que minutos antes de morir expresaban con voz de lamento y dolor cuánto les hubiera gustado aprovechar mejor el tiempo invirtiendo más en la obra de Dios.
Cuando alguien quiere hacer algo para Dios solo para sentirse redimido de alguna culpabilidad llega tarde, muy tarde.
Ejemplos emblemáticos de fe
El orden bíblico es creer antes que ver, y como consecuencia de ello, recibimos un sinnúmero de bendiciones. En Hebreos 11:27 dice: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”. Cuando la fe se activa, el temor se va, dado que la fe nos eleva a otro nivel y nos sostiene cuando nuestra mirada está en el Invisible.
La Biblia nos cuenta testimonios reales de hombres y mujeres que entraron en esa esfera de contemplar lo invisible y vale la pena citar algunos de ellos:
1) Abel. El texto nos indica que por la fe Abel ofreció sacrificio más excelente que Caín. Yo creo que lo que los dos trajeron al altar para dar a Dios tenía valor, pero lo que marcó la diferencia fue la actitud de quien trajo la ofrenda; Caín ofreció sacrificio por vista y Abel lo hizo por fe. Algunas personas esperan que haya una gran necesidad para dar, para ofrendar, para ser generosos. Mi concepto es que demos antes de que se necesite, porque el registro del beneficio es mucho más grande cuando nos sentimos obligados a hacerlo aun cuando no se haya expresado la necesidad; allí se muestra predisposición al Reino. Dar es un acto de generosidad en fe y nace de un corazón agradecido.
2) Enoc. El texto dice que por la fe Enoc fue traspuesto para no ver la muerte. Este es el primer caso de alguien que salió de la vida humana sin morir, de abandonar el cuerpo como símbolo de una resurrección, de ser transformado a un cuerpo incorruptible y trasladado en un instante a otra dimensión de vida. Enoc fue transpuesto para no ver la muerte y esto lo alcanzó solo por la fe.
3) Noé. Por la fe Noé preparó el arca en la cual su núcleo familiar sería salvado del gran diluvio. Noé tuvo predisposición a trabajar, construir, porque su propósito era salvar a los de su casa. En este punto vale la pena incorporar la fe para salvar a la familia, sin importar las luchas, dificultades o desavenencias que hayan ocurrido. Como miembro de tu familia, prepara el arca de la fe y aun cuando algunos de los integrantes de ella hayan sido lastimados por cualquier circunstancia, prepara el arca, porque al final tú eres el que va a recoger a tus hijos para protegerlos del mal.
4) Abraham. Por la fe Abram obedeció y salió al lugar que había de recibir como herencia. En este caminar misionero, he visto que aun para obedecer se requiere fe, pues no es fácil rendirnos en obediencia. Mateo 8:13 dice: “Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora”. También en Mateo 9:29 se afirma: “Entonces les tocó los ojos, diciendo: conforme a vuestra fe os sea hecho”; de nuevo Jesús hablaba de una sanidad que se produce mediante la fe. Un texto más, en Juan 11:39-40, registra la siguiente conversación: “Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que se había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. Así es la vista, y Marta responde por lo que ve; pero el texto sigue: “Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”.
No sé en qué área de tu vida tienes un caso imposible, una piedra en la puerta de la tumba que no permite que se dé el milagro. La vista te dice que ya no es posible porque ya pasó mucho tiempo y desfalleces en tu fe, pero la palabra viene a darte vida otra vez. Y si crees, habrá resurrección; si crees, tus finanzas resucitarán; si crees, tus sueños que estaban congelados se descongelarán; si crees, las deudas que tienes serán pagadas; y solo si crees, tus necesidades y problemas serán resueltos.
Veremos la gloria de Dios por haber creído en su Palabra.
El conflicto entre la vieja naturaleza y la nueva se hará presente permanentemente, porque la primera exige “ver para creer” —como lo legitima el refrán popular—, pero la segunda, creer para ver. Si puedes creer, no habrá montaña que pueda permanecer de pie delante de ti y esta es la nueva forma de vida que Cristo nos propone. “La vieja naturaleza exige ver para creer, la nueva, creer para ver”.
Cuando tomé la decisión de comprar el lote donde está construida nuestra iglesia me dijeron todo lo negativo a la luz de mis posibilidades, ya que no tenía los recursos. La prueba mayor fue cuando me presenté ante el propietario Don Aziz Abrajim, pues en la lógica de los negocios, la transacción era imposible. A pesar de eso prevaleció la fe, pues Don Aziz, en su último momento de vida, aceptó el negocio y les dejó esta instrucción a sus hijos: “El brasilero necesita toda la cuadra, no la vendan a otro sino a él”. Inclusive se añadió el lote que está al frente donde ahora se levanta el Parque de La Biblia.
No fueron pocos los inconvenientes que vinieron luego. Inclusive al parque quisieron darle otro destino; la familia Abrajim temía que si se dejaba como lugar de esparcimiento se convertiría en basurero, como ya había ocurrido con otros parques de la ciudad. Me paré firme, porque tenía clara la visión y mis ojos ya la contemplaban. “Si me permiten, tendremos un espacio para que la gente se siente y se oxigene; que puedan venir a la tarde a conversar en ese lugar de paz. Haremos un parque en honor a La Biblia”, les dije. Finalmente los Abrajim decidieron dejar la zona abierta para el parque. Esa familia ha quedado alineada conmigo hasta hoy, con un grado de confianza tan alto que ya ni siquiera hemos necesitado papeles o documentos para firmar pues con la palabra ha sido suficiente. Es más, al comprar todo el terreno hubo un momento en que el dinero era insuficiente y ellos nos fraccionaron los pagos para que no nos detuviéramos en la construcción.
Cuando tu fe actúe, va a alinear gente, empresas, negocios que estarán a tu disposición para financiar tu proyecto.
Hay diferencia
¿Cómo se conjuga la fe con la esperanza? ¿Cómo funcionan juntas? ¿Qué diferencia hay entre una y otra? ¿Cómo sacar mejor provecho de la fe acompañada de la esperanza?
Muchos hijos de Dios se sienten frustrados con la oración porque después de haber pasado horas enteras clamando, no sienten que hayan obtenido respuesta adecuada. Saben orar, cómo venir reverentemente ante el Señor, tienen argumentos lógicos al hablar con Dios, pero no perciben que fluya la respuesta que necesitan para un momento determinado, y eso los lleva a la frustración. Su falla consiste en orar con esperanza y no con fe.
Debemos saber la diferencia entre fe y esperanza para no utilizar inadecuadamente la una o la otra. Hay palabras que están tan próximas que parecieran iguales, pero no lo son. Sé que muchos dan un gran valor a la oración con esperanza; sin embargo, son diferentes, tanto en su uso como en los resultados. Los resultados prometidos por Dios al usar la fe no son los mismos para la esperanza. La fe se activa en el espíritu, mientras que la esperanza lo hace en la mente.
El origen de la fe no es cerebral o senso-cognitivo, así como tampoco senso-emocional. La fe bíblica tiene su origen en el espíritu del hombre, que es el que le da la vida. Nuestra composición es espíritu, alma y cuerpo, y siempre desarrollamos más nuestro lado almático sin considerar los beneficios de la conexión espiritual. Nuestro espíritu tiene la facultad, dada por Dios, de desarrollar un potencial inmenso usando la fe. Romanos 10:17 dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”. Cuando nos exponemos a La Palabra de Dios verbalizada o leída, no llega a nuestro intelecto como tal. Aun cuando ahí recibimos conocimiento y procesamos la información que recibimos por los sentidos, ella es capturada por el cerebro y llega al espíritu activando la fe, que es una facultad del espíritu, de tal manera que quien la use lo hará con resultados extraordinarios.
Ahora, cuando el Espíritu de Dios cubre la vida de una persona no inicia por el intelecto, por la razón o por el ser pensante. El Espíritu de Dios comienza su obra en el espíritu del hombre y esa unión hace que dé fruto; dentro de ese racimo está la fe: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe…” (Gálatas 5:22; más adelante profundizaremos este tema). Habacuc dice que el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:4), aseverando que es propiedad del que la posee. Asimismo, cuando Jesús habló de la fe preguntó: “¿Dónde está vuestra fe?” (Lucas 8:25), con lo que pedía cuentas de lo que le fue efectivamente ofrecido y entregado al ser humano.
En Romanos 10:10, la fe aparece en el verbo creer e indica resultados (fruto), pues ninguno que la use lo hará sin esperar algo de ella. Allí se habla de una fe que trae como consecuencia la justicia. Debemos poner atención a esto, pues si se activa la justicia, vendrá a favor o en contra nuestra, y las consecuencias serán notorias: para vida o para muerte; para libertar o para aprisionar; para dar o para quitar; todo dependerá de la razón por la cual la fe fue activada. Hay que saber hacia dónde apuntamos nuestra fe en justicia, pues ella se dará a conocer. La expresión “creer para” implica movimiento o transición, de manera que una vez que esa fe sea activada en el espíritu, se pondrá en movimiento, pasará por transición y obrará transformaciones hasta llegar a su resultado.
La fe no es estática; siempre se expresa en movimiento, mudanza y actividad. Hace cuarenta años Nair, los niños y yo estábamos en Manaos, en transición por causa de la fe. Necesitábamos llegar a la frontera entre Brasil y Colombia el 30 de marzo, y la única opción que teníamos era navegar dieciocho días por un río caudaloso, lo cual nos fue negado por lo peligroso del viaje para los pequeños y aun para nosotros; de modo que tuvimos que quedarnos en Manaos esperando la respuesta de esa fe que ya caminaba a nuestro favor por haber creído al llamado. No era fácil la situación, nos sentíamos atrapados en aquel lugar sin saber qué hacer, pero al día siguiente, el resultado de la fe nos permitió pasar de un viaje tortuoso de días por agua en un barco de carga, a uno aéreo de solo unas pocas horas. El 31 de marzo tocábamos suelo colombiano y una cadena de milagros nos seguía acompañando ¡Esa fecha dice mucho para mí!
Cuando actives la fe, estarás en movimiento, en actividad y nunca esperarás a que sucedan los hechos fortuitamente, pues caminarás con la fe que fue activada en tu espíritu. Si realmente crees, serás transformado por aquello en lo que creíste y ese será el indicador de tu nivel de fe. Soy misionero en Colombia porque creí, y esa fe, siendo hasta entonces solo un pastor desconocido en algún rincón de mi país, me convirtió en el misionero que hoy sirve a Dios en Colombia y que, por su gracia, es reconocido en diversos lugares del mundo. ¡Me transformé, soy el producto de lo que creí!
Todo lo que sucede en el trascurso de nuestra vida es el resultado de lo que se dio en nuestro espíritu. La fe activada en el espíritu determina cómo vivimos, cómo nos movemos en el diario vivir y aun se refleja en cómo hablamos y en cómo prestamos nuestros oídos a determinadas cosas. A veces la gente quiere hablarme o me escribe sobre asuntos irrelevantes; yo, cortésmente, les digo: “Perdóneme, pero tengo otras cosas de mayor importancia por atender”. No podemos detenernos y quedar atrapados en lo que no nos edifica. La forma en que vivimos y vemos las cosas es cuestión de decisión personal; somos nosotros quienes decidimos si colocamos nuestra vida bajo la fe o fuera de ella. A mí me ha sido de gran bendición el hecho de permanecer en la fe.
La fe no puede ser un simple concepto intelectual visto o analizado por alguien, ya que no puede ser concebida en el intelecto. La fe es una fuerza activa y real que trabaja desde el espíritu, guiando el alma y el cuerpo. Cuando ella gobierna, aun nuestro cuerpo es bendecido; en fe, podemos hablarle declarando sanidad desde la cabeza hasta la planta de nuestros pies. El cerebro tiene gobierno sobre el cuerpo.
Un día comencé a sentir fuertes dolores en mis pies y busqué una clínica especializada en esa área. Me hicieron caminar descalzo por un pasillo y luego por otro, mientras escaneaban la fuerza que ejercía de acuerdo al peso de mi cuerpo y la manera como pisaba. Me preguntaron luego: “¿Alguna vez sufrió una fractura en el pie izquierdo o el derecho?”. Les referí que un día caminando en el templo tropecé y sufrí un esguince. El diagnóstico fue que, como mecanismo de protección, mi cerebro estaba ordenando una postura incorrecta al pisar para evitar que me sintiera lastimado, y con el transcurso del tiempo eso había originado contracciones musculares de los nervios y de los tendones. Pregunté cómo podría corregir el problema y me ofrecieron una plantilla correctora de postura; sin embargo, el especialista me dijo: “Si usted da las órdenes correctas a sus pies, podrá corregir sus pasos sin la necesidad de la plantilla”. Lo que él me estaba diciendo era que yo debía trabajar primero con mi mente, ordenando a mis pies cambiar de postura. Lo hice, y en quince días los dolores habían desaparecido, solo que perdí el dinero de la plantilla, pues nunca la utilicé.
Usa correctamente los recursos que Dios te ha dado. Deja que la fe, que es activada en tu espíritu, afecte tu alma, tus emociones y tu cerebro, y cuando des órdenes a tu cuerpo, hazlo con base en la fe, pues ella es la certeza de lo que se espera, la base que sustenta, el fundamento que soporta el peso de la estructura. Esta certeza establece la base para la esperanza, la cual se activa en la mente; sin embargo, cuando esa esperanza es activada en la mente pero sin fe, hay peligro de decepción. Primera de Tesalonicenses 5:8 dice: “Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo”. La fe es coraza pero la esperanza es como un casco que protege la cabeza. Cuando la fe se activa también se activa la esperanza; la fe te cubre como armadura, además te cubre la cabeza como esperanza para proteger la mente.
Hacer la diferencia entre la fe y la esperanza no es disminuir el valor de la esperanza. Solo debemos conocer cómo funciona la una y la otra. La esperanza en el sentido bíblico es la expectativa para alcanzar el bien; protege nuestra mente de pensamientos negativos y de los pronósticos que amenazan el futuro. Si tenemos esperanza, no necesitamos consultar el horóscopo ni a brujos o agoreros, porque la misma esperanza nos marca un futuro seguro. Si a través de ella podemos ver nuestro futuro, no habrá nada que nos haga andar inseguros, tristes o afanados por lo que vendrá, pues si la esperanza nos muestra el porvenir, entonces lo que no combine con este será transitorio y temporal, pero la esperanza es permanente y trae estabilidad.
Los hijos de Dios necesitamos estar muy atentos para que la esperanza no pierda su fundamento en la fe, con la cual debe ir unida, pues sin ella, la esperanza no obra. Si la esperanza se activa en la mente sin fe, es falsa y peligrosa, porque no tendrá la plataforma para sostenerse en tiempos difíciles. Recordemos que la fe es la base, el fundamento para la esperanza, que a su vez no tiene valor espiritual cuando se da sin estar unida a la fe. Fe más esperanza es igual a futuro asegurado.
En Isaías 26:17-18 leemos: “Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehová”. Habla de una nación que creyó estar ante Dios y recibe palabra que encarna esperanza, pero sigue diciendo: “Concebimos, tuvimos dolores de parto, dimos a luz viento; ninguna liberación hicimos en la tierra, ni cayeron los moradores del mundo”. ¿Sabes por qué se dan situaciones como esas? Porque podemos presentarnos delante del mundo simplemente como religiosos, como meros cumplidores de la ley, ajustados a un patrón establecido por una sociedad sin que La Palabra haya generado una transformación en nosotros. Eso es lo que indica el texto: un embarazo frustrado, una ilusión. La esperanza que produce ilusión es perversa; frustra y maltrata. “La esperanza que se demora es tormento de corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido” (Proverbios 13:12).
La fe siempre actúa en el presente, mientras que la esperanza se enfoca al futuro. La fe es certeza, algo que ya existe en el mundo sobrenatural donde tú y yo podemos penetrar. El cielo se abre cuando alguien se proyecta en fe. Hay puertas con códigos muy secretos y solo las traspasan los que tienen fe; se abren cuando identifican al hombre o a la mujer de fe marcados por una Palabra que les dio esperanza. Cuando nos sumergimos en tal ambiente, podemos tomar posesión de todo lo que queramos.
La fe es instantánea, pero sus resultados son progresivos. He estado en lo progresivo por casi cuarenta años, y todavía me falta; sin embargo, no abandono la fe, pues ella me lleva a abrir puertas y me da seguridad de un futuro de conquistas. Marcos 11:22-24 dice: “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. La fe está en mi espíritu y la palabra está en mi boca. Aun el texto es enfático al decir: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Eso es algo progresivo que viene a medida que transcurren los acontecimientos. Si, orando, direccionamos la respuesta para el futuro sustituiremos la fe por la esperanza.
Voy con frecuencia al aeropuerto por los viajes que realizo y llevo un equipaje determinado conmigo. Los maleteros y limpiadores de zapatos ya me conocen y, como si tuvieran un radar, siempre me ubican para ofrecerme sus servicios aun a pesar de mis negativas. Son tan insistentes que al fin me vencen y acabo cediendo por la manera como me atienden. Un día llegué afanado al aeropuerto y el limpiador de zapatos vino a ofrecerme su ayuda, la cual rehusé, pero le dije: “Hoy no, mañana”; él asintió y se retiró. Inmediatamente, el Espíritu me dijo: “¿Viste lo que sucedió? Ese hombre cambió el presente por el futuro”. Él se limitó frente a mi negación, porque si hubiera insistido quizá yo hubiera cedido como las otras veces, pero él cambió el presente por el futuro.
Cuando la fe está en contacto con Dios actuará en el presente y asegurará el futuro. “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor” (1 Corintios 13:13). Pongamos en armonía nuestra fe con la esperanza para sacar el mejor provecho de ellas.
Por José Satirio Dos Santos
Tomado del libro: Visión, determinación, posesión
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