TEOLOGÍA INFANTIL “No se trata de las experiencias sino de las creencias”

Daniel 6.23 concluye en que el profeta salió ileso del foso de los leones debido a su confianza. Salió de aquel oscuro lugar sin raspón alguno mientras que sus acusadores cayeron para no levantarse más. El mismo foso, los mismos leones, pero distintos protagonistas. ¿Qué hace que de dos personas que enfrentan la misma pérdida, trauma o vivencia, una termine más aferrada al Señor y la otra se aparte del camino? La misma razón que marcó la diferencia entre Daniel y sus enemigos.

Cuando oímos la historia de alguien que abandona la fe, brota de nuestros labios la típica pregunta acerca de lo que le ocurrió para llegar a semejante determinación. Sin embargo, formulamos un interrogante inadecuado ya que, seguramente el apóstata experimentó lo que cualquier otra persona en el mundo debe enfrentar en la vida. No se trata de lo que se vivió, sino del significado que lo enfrentado tuvo para cada individuo, y esto a su vez, como consecuencia de lo que el damnificado creía en el momento de la experiencia.

El Dr. Daniel López Rosetti repite hasta el cansancio en sus libros que: “No se trata de lo que pasa, sino de lo que uno cree que pasa”. Esta gran verdad se alía a lo que Daniel propone en su capítulo 6. La confianza de Daniel lo mantuvo ileso en aquel foso. La palabra griega: “pistis”, se traduce como creer, tener fe, confiar y hasta ser fiel. Se podría describir la fe como una sucesión de consecuencias: Si no creemos no podemos confiar… y si no confiamos no podemos ser fieles.

De esta manera afirmamos que las experiencias desagradables de la vida poseen el mismo potencial, tanto para acercarnos al Señor como para alejarnos, todo depende de lo que creíamos cuando nos pasó lo que nos pasó.

Hebreos 11, enseña tres categorías de héroes o testigos de la fe. En primer lugar aquellos que cerraron bocas de leones, detuvieron ejércitos y apagaron fuegos impetuosos. Luego los que murieron sin recibir lo prometido para obtener la recompensa junto a nosotros. Este caso es el semejante al juego de la posta en el que un atleta corre con el testimonio en su mano, pero no le es permitido llegar a la meta porque debe pasar el legado a otro jugador, y así sucesivamente hasta que el último atraviesa la valla. Sin embargo todos los del equipo ganan a la vez el mismo premio aunque los participantes se quedan en medio de la pista y uno solo llega a la meta. 

Por último hallamos a los que, debido a la fe enfrentaron la pérdida de sus bienes, sus seres queridos, su vivienda y hasta su lugar en la sociedad al punto de vestir precariamente y experimentar las inclemencias climáticas. También les tocó morir por la fe.

En todos los casos nos percatamos que la fe no es una suerte de “créelo o confiésalo y lo tendrás”, sino la confianza ciega en el Señor aunque las cosas vayan aparentemente mal. Para decirlo en los términos de Daniel, nuestra confianza en el Señor nos permite tener una correcta y dimensionada percepción de lo que nos ocurre y a su vez nos ubica en las adecuadas expectativas que podemos desarrollar acerca del Señor.

Las malas creencias producen falsas expectativas, y las falsas expectativas exponen a la decepción… Y un cristiano decepcionado se halla herido de muerte. Por eso es necesario creer adecuadamente, es decir tener una fe genuina. Aquellos que en el presente manifiestan tibieza o resentimiento por algún desencanto, son los lesionados del alma, que no supieron confiar, sino que basaron su relación con Dios en base a un trato transaccional, donde el Señor siempre brindaba algún beneficio tangible.

En cambio, los que aprenden a creer y confiar de acuerdo a los parámetros bíblicos salen de los momentos difíciles sin lesión alguna del alma sino, más bien con una fe más desarrollada. Quizás a esto se refería Pablo cuando escribió de la fe no fingida (genuina o sin hipocresía en griego) que Timoteo tenía. Tal vez por ello Timoteo conservó la fe desde la niñez. Esta fe se basaba en las Escrituras que tempranamente había aprendido. Timoteo había desarrollado una correcta teología basada en las Escrituras, la cual lo mantuvo firme a través de los años, en medio de diversas pruebas y golpes de la vida. Timoteo no tenía una fe basada en los meros resultados esperados, sino que basaba su fe en el Dios de los resultados, más allá de que fueran agradables o desagradables, deseados o indeseados. Pero para desarrollar esta fe, que se halla en una esfera superior, necesitamos conocer mejor al Señor. Luego, para conocer mejor al Señor necesitamos estar más en contacto con las Escrituras. Por algo Pablo en la carta a los Romanos dice: que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.

En consecuencia, podemos afirmar que la enseñanza de una teología adecuada, por ser bíblica, contribuye a que el creyente desarrolle una fe a toda prueba, la cual le permite perseverar.

Pero esta teología, al igual que en el caso de Timoteo, debe llegar tempranamente al creyente. La niñez es el momento clave para tallar la debida fe. Cuando se instruye al niño en su camino, de mayor perseverará. Sin embargo, la palabra teología parece tener poca afinidad con la infancia. ¿Será realmente lo que parece?

La teología no es un invento divino. Dios nos dejó su Palabra eterna, infalible e inmutable. Nunca nos tiró del cielo un libro catequístico. La definición técnica de teología es: “La ciencia que estudia a Dios y su relación con el universo”. Como toda ciencia, la teología es un recurso puramente humano. Cada grupo religioso posee su propia teología. Es más, también se halla la teología natural que consiste en constatar la evidencia de Dios a través de su naturaleza creada. Obviamente, esta teología es muy básica y toda elaboración excesiva de la misma nos llevaría a lo subjetivo y especulativo. Por esta razón, la teología debe tener una fuente confiable de la que extraiga su conjunto de enunciados.

La fuente de nuestra teología es la Biblia misma, la única regla infalible de fe y conducta. Así es que llamamos a nuestra teología: Teología Bíblica. De nuestra teología bíblica se desprende la teología sistemática, más elaborada aún que la anterior. Como sea, la teología es de elaboración humana mientras que la Biblia es creación de Dios. Asimismo la teología sufre variaciones en la medida que la arqueología y la lingüística arrojan mayor luz sobre la interpretación del texto bíblico. En consecuencia, la teología es perfectible mientras que la Palabra de Dios es perfecta.

¿Cómo se hace teología? La manera más sencilla consiste en crear un temario teológico que incluya a Dios mismo, cada una de las personas de la Deidad, el pecado, la salvación, la expiación, el hombre, los ángeles, los demonios, la iglesia, los tiempos finales, el reino y otros temas más. Una vez generado el temario se desarrolla cada tema en la medida que se va leyendo la Biblia. Cuando se repite la lectura de las Escrituras, lo leído últimamente arroja mayor luz sobre lo que se relee. De esta manera se añaden más verdades a cada tema. Podemos deducir, de acuerdo con este procedimiento que todo lector aplicado de la Biblia va desarrollando su teología.

En vistas de lo expresado, los niños tienen la capacidad de desarrollar su teología en la medida que se les exponen las Escrituras. Cada historia, cada concepto, cada acción de Dios dibuja una imagen en el pequeño que lo lleva a decir: “yo sé que Dios es así”.

En una época en la que los niños nos enseñan a utilizar correctamente la tecnología, deberíamos esforzarnos por enseñarles correctamente la Revelación Sobrenatural de Dios, que es su Palabra. Poco a poco dibujaremos en las mentes y corazones de los pequeños una imagen adecuada del Señor que los llevará a decir algún día: “Yo sé que Dios es así”. De haber cumplido satisfactoriamente con nuestra tarea tendremos la alegría de haberlos encaminado en una fe legítima, basada en la Biblia, que los mantendrá firmes, sea cual fuere la circunstancia que les toque vivir.

 

Edgardo Muñoz

manos en la iglesia

La formación integral del adulto cristiano

…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13)

Para nadie es un secreto que el genuino discipulado cristiano no es un mero curso de algunos meses, en que enseñamos el “ABC” del Evangelio, a los nuevos convertidos. Tampoco es un programa especial de entrenamiento de cierto tiempo de duración, preparatorio para la formación de líderes. El discipulado bíblico es para toda la vida. Somos hechos discípulos del Señor inmediatamente que, en el orden espiritual, pasamos a ser parte del Cuerpo de Cristo, de la Familia de la Fe. Ahora bien, cuando hablamos de discipulado, hablamos de enseñanza-aprendizaje… hablamos, por tanto, de educación… de educación cristiana. Entonces, si el discipulado es para toda la vida, la educación cristiana lo es. En otras palabras, el proceso educativo (léase formativo) espiritual cristiano integral debe abarcar todas las edades. La educación cristiana se extiende desde la cuna hasta el cielo, hasta que el creyente parte de esta tierra para estar con el Señor. Y decimos de la cuna, refiriéndonos ya sea al nacimiento biológico como al nuevo nacimiento, aunque se debe señalar que, como señalan expertos educativos cristianos, aun en el vientre de la madre, una criatura puede comenzar a ser ministrada espiritualmente. 

No obstante a lo dicho anteriormente, hace aproximadamente unos cincuenta años, comenzó a producirse un fenómeno eclesiástico que fue extendiéndose, ya lenta ya rápidamente, por un sector de la cristiandad evangélica, particularmente la pentecostal. Partió del mundo anglosajón, y llegó a Hispanoamérica de la mano de nuevos movimientos que traían un viento refrescante para la nueva  época, pero que también fueron barriendo con conceptos y prácticas establecidas de mucho tiempo, algunas de las cuales habían jugado un papel importante en la formación de los creyentes. Como producto de esos cambios, por ejemplo, la escuela bíblica para adultos tendió a desaparecer. Mientras que proseguía entre los niños y, a veces, los adolescentes, la educación sistemática y permanente, dirigida a los adultos, se fue borrando en el seno de muchas iglesias locales. Las antiguas clases de escuela bíblica, para edades superiores, desaparecieron. Fueron sustituidas por programas de discipulado, cortos y veloces, generalmente para nuevos convertidos. Tanto los ya no muy nuevos creyentes que emergían de esos programas, como los niños y adolescentes que terminaban la escuela bíblica, fueron quedando atrapados en un vacío de formación educativa posterior, solo llenado de manera asistemática por eventuales talleres y seminarios, y alguna que otra esporádica prédica bíblico-doctrinal. El resultado ha sido lamentable: la presencia de un creciente y cada vez más generalizado analfabetismo bíblico y doctrinal, que ha desembocado en la falta de firmeza e, inclusive, de compromiso en los creyentes adultos. 

Como producto de lo dicho anteriormente, se hace imperioso revertir este ominoso proceso, con la ayuda y guía del Espíritu de Verdad. ¿Cómo lograrlo? A continuación, se expondrán una serie de principios fundamentales, ideas-fuerza cuya aplicación responsable podría imprimir un giro de 180 grados al rumbo descrito. Estos principios pueden ser formulados de la siguiente manera.

La formación integral del adulto cristiano debe:

  1. Ser encarada de manera responsable. Su consecución debe partir de la firme voluntad de los líderes en las iglesias locales, para obedecer lo que, de manera amplia e incuestionable, ha sido establecido en las Escrituras, y contra lo cual no hay argumento humano que pueda levantarse, por muy “espiritual”, “piadoso” y “pentecostalmente poderoso” que pudiera parecer: la letra mata pero el espíritu vivifica, el conocimiento envanece, la unción del Santo nos enseña, son “clichés” emanados de la interpretación defectuosa de la Palabra de Dios, que deben ser eliminados, para dar lugar a un proceso educativo, formativo, integral y dinámico en los creyentes.
  2. Ser sistemática. Debe ser un proceso ordenado que lleve al adulto cristiano desde lo simple a lo complejo, de lo superficial a lo profundo, en el conocimiento conceptual y experimental de Dios y su obra. Debe ser organizada con objetivos  claros, estrategias bien definidas, y contenidos coherentes y pertinentes, que permitan tanto al creyente nuevo como al de años, seguir creciendo dinámicamente en su vida cristiana.
  3. Tener como objetivo la formación integral en todas las áreas de conocimiento espiritual: bíblica, doctrinal o teológica, de vida cristiana y de servicio cristiano. Es imprescindible transmitir el conocimiento del contenido de la Biblia, y de las doctrinas cristianas bíblicas, ya que el mismo constituye el cimiento y las columnas del edificio de la vida espiritual. Y entonces, el conocimiento práctico de vida y servicio cristianos se constituirá en las paredes sólidas, los  nuevos pisos proyectados hacia alturas inimaginables, donde el “límite” es “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
  4. Integrar el conocimiento teórico conceptual con el conocimiento experimental práctico. Se trata de conocer no solo intelectualmente el contenido de la revelación, sino llevar al creyente a una experiencia genuina y profunda con el Dios de la revelación. Un ejemplo: el creyente adulto debe conocer qué dice la Biblia acerca de los atributos morales de Dios, debe compenetrarse con los pasajes bíblicos que, de muchas formas, nos muestran el amor, la bondad, la misericordia, la justicia y la santidad de nuestro Señor. Entendamos bien: si ese creyente no conoce lo que la Escritura dice al respecto, ¿cómo lo experimentará? ¡Se le debe enseñar, por tanto, lo que ella dice, y llevarlo consecuentemente a experimentarla en carne propia, a vivir ese conocimiento adquirido, que lo transformará y formará!
  5. Preparar al creyente adulto, como miembro del Cuerpo de Cristo, para cumplir la misión de Dios a través de la iglesia, en toda la dimensión que esto representa: proclamar el Evangelio por todo el mundo; hacer discípulos a todas las naciones; ser testigos hasta lo último de la tierra; ser la voz profética en medio de la maldad y la desesperanza del mundo; manifestar el amor de Cristo a través de la comunión y el servicio; rendir la absoluta adoración, la gloria y la honra al único y soberano Dios, nuestro Señor.

No importa si se le llama escuela bíblica, discipulado, o si se le da cualquier otro nombre, ¡volvamos al modelo original!: el poderoso modelo de la iglesia primitiva, en el que los creyentes todos no importa de qué edad “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42), en un proceso de formación y transformación hacia la plenitud de Cristo.

Alba Llanes.

CONTEXTO DETERMINA EL SIGNIFICADO

“¿Entiendes lo que lees?” fue la pregunta de Felipe al etíope eunuco, que iba en su carro leyendo el libro de Isaías. “El hombre contestó: ¿Y cómo puedo entenderlo, a menos que alguien me explique?” Hechos. 8: 30 y 31.

 

Todos deseamos entender correctamente el significado de las Escrituras, igual que el príncipe de Etiopía. Sólo hay dos maneras de interpretar la Biblia: correcta o incorrectamente. El verdadero significado depende directamente de lo que quizo decir el escritor original, y lo que hubieran entendido sus destinatarios inmediatos. Por ejemplo, lo que Pablo quizo escribir a los gálatas, y lo que ellos hubieran entendido de Pablo.

 

Las malas interpretaciones bíblicas, son las que comienzan con prejuicios o ideas preconcebidas del interprete, sin tener en cuenta al escritor sagrado y su público original. La hermenéutica alegórica, por ejemplo, utiliza el criterio de que en el texto hay un mensaje espiritual escondido, y sólo puede descubrirse con mucha disciplina espiritual, lejos de considerar la intención del escritor. La hermenéutica dogmática acomoda el texto a las ideas del lector. Hace que la Biblia se amolde a sus creencias. 

 

Entonces, ¿Cómo podemos entender lo que el autor quizo escribir a sus lectores originales?

Mediante el contexto, es decir todo lo que rodea al pasaje. Porque el contexto determina el significado de un texto. Mientras mas comprensión del contexto tengamos, mejor será nuestra interpretación.

 

El texto bíblico está rodeado de seis tipos de contextos. El primero es el contexto histórico. Aquí nos referimos al tiempo y la época en que se escribió. La importancia de considerar este contexto es porque los hechos sucedidos en esa época influyen directamente en lo que el autor quería decir. Cuando Pedro dice en su primer carta a los expatriados, que “honren al rey”, se refiere históricamente al emperador Nerón, aproximadamente en el 63 d.C. Este rey ha sido uno de los primeros perseguidores de la Iglesia, y sin embargo debía ser respetado por los creyentes.

 

El contexto cultural, esta referido a las costumbres y hábitos propios de los personajes. Hay muchas diferencias culturales entre nosotros y los tiempos bíblicos. Debemos interpretar el texto a la luz de aquella cultura y no la nuestra. Davinchi pintó la última cena según su cultura. Pero la mesa donde el Señor compartió esa pascua fue en forma de “U”, a 50 centímetros de altura. Comían recostados sobre el brazo izquierdo, y los pies para atrás. Al ver el cuadro verdadero, podemos entender cuando Juan se recostó sobre el pecho del Señor. Es así, que todo libro de la Biblia merece ser entendido desde las costumbres de su época.

 

Todo pasaje está rodeado por una realidad geográfica. Esto es, el lugar donde escribió el autor, en donde residen los destinatarios, y los lugares mencionados en el texto. No es lo mismo escribir desde un desierto, que desde un palacio; no es lo mismo escribir desde una casa, que desde la prisión Mamertina. Cuando Elias fue enviado por Dios a la viuda de Sarepta, en Sidón, no era un pueblo más, como cualquier otro. Sidón era la tierra de su peor enemiga, Jezabel.

 

Otro contexto es el literario. También se lo llama contexto anterior y posterior. Es decir, que se debe tener en cuenta el escrito anteriormente y el posteriormente al texto estudiado. Interpretar un pasaje mutilado de su contexto anterior y posterior es muy caprichoso. Es común atribuirle a Dios que “yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan” (Pr. 8:17). Sólo basta leer unos versículos anteriores, como el 12 o el 1, para ver que el sujeto hablante es la sabiduría personificada. Cuando tenemos una lectura completa del pasaje Sagrado, podemos entender mejor su significado.

 

La Biblia se escribió originalmente en tres idiomas, muy diferentes al nuestro: Hebreo, Arameo y Griego. Al estudiar el idioma original, podemos sacar mejor provecho al significado de las palabras, tal como lo quizo decir el autor. Este es el estudio del contexto lingüístico. Hay una riqueza maravillosa en el significado de las palabras originales. Cuando Pablo dice que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos…” el verbo usado aquí es “fraureo”, en griego; que se traduce como guardar. Esto hacía el soldado al cuidar la prisión para que nada, ni nadie salga; y nadie, ni nada entre. Igualmente, la paz de Dios custodia y mantiene el orden en nuestros corazones y pensamientos. No permite que el interior se desordene, ni que ideas externas entren para alterar el corazón.

 

El último de los contextos a considerar es el ideológico. Tiene que ver con la cosmovisión y filosofías que rodean al texto. Puede referirse a la forma de pensar de los destinatarios, o la visión que el autor tiene sobre los asuntos de la vida. Los escritos de Juan están dirigidos a combatir la idea gnóstica de que Jesús sólo era una ilusión o un espíritu. Por eso Juan enfatizó tanto en que el Verbo de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros; que lo vimos, lo oímos y lo tocamos.

 

Al tener en claro cada uno de estos contextos, podemos entender fielmente lo que el autor quizo escribirle. Sabemos con detalle todo lo que estaba sucediendo. De esta manera llegamos a decir con autoridad lo que realmente significa un pasaje.

 

Pero, ¿De dónde sacamos la información necesaria para el estudio de cada contexto? Gracias a Dios, hoy tenemos muchos recursos a disposición. Los Diccionarios Bíblicos nos ayudan con el estudio de palabras, conceptos, costumbres, fechas y algunos lugares. Las Concordancias e Interlineales son muy útiles para el estudio original de palabras. Hay Manuales Bíblicos que nos ayudan a entender las costumbres en los tiempos bíblicos. Para estudiar en detalle la geografía, son necesarios los Atlas Bíblicos. En cuanto a sucesos históricos, fechas y épocas, hay libros apropiados de historia. Los comentarios Bíblicos son útiles con los datos científicos, como fechas, costumbres y significado de palabras. 

 

El Texto Sagrado es digno de nuestro respetuoso estudio. Así estaremos en condiciones de entender y enseñar el verdadero significado del pasaje; el que quizo darle su autor original, y el que hubieran entendido sus destinatarios inmediatos.

 

Jose Daniel Contreras. Decano del Instituto Bíblico Mediterráneo.

“La singularización”

Gordon D. Fee y Douglas Stuart en su libro “la lectura eficaz de la Biblia” dice: que debemos evitar la “singularidad”. La singularidad consiste en querer descubrir lo que nunca nadie descubrió, con fines o intereses personales. En el afán de tener una interpretación distinta y única  por la cual el auditorio quede absorto y diga: ¡cuánto sabe!

La palabra de Dios es profunda y merece un análisis esmerado, no se trata de cuartar la importancia de exegetizar los textos bíblicos pero cuando esa investigación no procede del buen espíritu, estamos ante un peligro latente. En una oportunidad predicó en mi iglesia un hermano cuyo mensaje fue referente a la oración. En un momento dado criticó la costumbre de decir: “como tu dijiste Señor” o cuando se menciona: “Señor como dice en tu palabra”, según este predicador  es innecesario mencionar textos bíblicos cuando oramos, porque Dios sabe lo que Él dijo, entonces, por qué nosotros tenemos que estar recordándole a Dios sus propias palabras. 

Se veía claramente en la actitud del predicador el deseo de mostrar a la congregación que toda la vida habíamos orado mal.  Pero ahora llegaba él con su mensaje innovador  y nos enseñaría a orar como corresponde. Inmediatamente vino a mi mente la oración que hicieron los  primeros cristianos en Hechos de los apóstoles 4:23-25 “Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?…”. Hasta la misma Biblia muestra modelos donde se hace mención que al orar se citan las propias palabras de Dios. Por otra parte mientras escuchaba este sermón pensaba cómo se sentirían todas aquellas hermanas que estaban ese día en la congregación con el ministerio de la intercesión y años de oración y que según este predicador toda la vida habían orado mal.

Las personas que no tienen un conocimiento bíblico y nos escuchan desde nuestros púlpitos fácilmente se dejaran guiar por interpretaciones fantasiosas, el gran problema es que este tipo de predicación pone en boca de Dios cosas que Dios no dijo y estamos frente a un grave peligro. Por más rimbombante que suene la enseñanza que estamos dando si lo que decimos no estuvo en el corazón y la intencionalidad de Dios, de nada sirve.

Un ejemplo práctico de interpretaciones fantasiosas podría ser el siguiente: nos hemos preguntado por muchos años qué pasará con las mujeres embarazadas cuando el Señor venga. He escuchado diversas interpretaciones en base a Mateo 24:19 que dice: “Mas ¡ay de las que estén encintas!”…  un teólogo hablaba que cuando Cristo venga el espíritu del bebé se irá con el Señor, pero sus cuerpitos morirían en los vientres de sus madres, se generarían grandes  gangrenas y los médicos no darían abasto para sacar esos bebes en estado de putrefacción. Cualquier oyente ante una interpretación de esta naturaleza quedaría perplejo. 

Otra interpretación que escuché de este pasaje es que los bebes no morirían, sino que desaparecerían automáticamente de las panzas de sus madres. Ellas desoladas y tristes por no tener a sus bebés y los centros asistenciales colapsarían por la cantidad de ecografías.  Otra postura es que debido al impacto de su venida y el sonar de las trompetas, las mujeres embarazadas tendrían contracciones, los bebes nacerían de golpe y se irían al cielo, lo que no explica esta teoría es qué pasará con el cordón umbilical. 

Y hay quienes sencillamente piensan que las mujeres cristianas se irán al cielo con él bebe  y las no cristianas se quedaran sin que pase absolutamente nada. 

Tal vez después de esta exposición de las distintas posturas alguien se está preguntando ¿qué va a pasar entonces con las mujeres embarazadas cuando Cristo venga?, seguramente quien está escribiendo esta nota tiene la respuesta, lamento decir que mi respuesta este interrogante es: ¡no sé! , quizás pueda jerarquizar una u otra postura pero no puedo asegurar ninguna en base a una interpretación de algo que la Biblia no dice. 

Dios para mantenernos humildes no nos ha revelado todas las cosas, quien encuentra una respuesta para todo, miente. Es característico del sabio decir frente a muchos temas: “desconozco o no sé”. La humildad en el campo hermenéutico consiste en saber y conocer nuestras limitaciones, un claro ejemplo lo encontramos en el apóstol Pablo cuando escribe la epístola a los Romanos,  más precisamente en los capítulos 9,10 y 11, donde dedica estos tres capítulos para explicarles a los oyentes el misterio de la salvación, luego de toda su exposición el apóstol Pablo a pesar de haber dado una excelente explicación,  se permite el lugar a la duda de todo su conocimiento y termina diciendo en el capítulo  11: 33: “!Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor?” Hasta el mismo Pablo reconoce que aunque haya tratado de explicar este hecho no lo sabe todo.

Otro aspecto a tener en cuenta para no caer en la singularización es el consenso, doctrinarios, teólogos y estudiosos de la Palabra han marcado un camino y debemos considerarlos. Dios puede darnos luz respecto a un texto bíblico sin que necesariamente se contradiga con la opinión de tantos que han investigado con anterioridad. Toda interpretación tiene una importante carga de subjetividad, no obstante contamos con el auxilio del Espíritu Santo que unifica los criterios. Se dice que para poder interpretar una determinada obra literaria, leyes o una pieza de arte se debe identificar el espíritu del autor o creador, nosotros contamos con el espíritu de quien escribió las Sagradas Escrituras. 

La hermenéutica nos proporciona recursos para lograr la correcta interpretación de un texto, es un mundo interesante de abordar, no es un fin en sí mismo, pero es un excelente medio para descubrir la voz de Dios. Voz que trasciende las culturas y los tiempos “porque la hierba se seca, la flor se cae,  pero la palabra del Señor permanece para siempre. Isaías 40:8. 

                                                                                          Dr. Ernesto O. Nanni.

Director Nacional de IETE