Si tan solo supiéramos…

Autor: Stella Luna

Hace unos días leí un interesante artículo, donde un periodista argentino hablaba de lo que él calificó como “el poder evangélico”. ¿Poder evangélico? ¿Desde cuándo existe el tal poder evangélico? -pensé al leer el título de su reciente libro- si no hemos podido cambiar ni siquiera las leyes que salimos a defender en las calles. 

No pude resistir la tentación de buscar su significado: “dominio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo”. La verdad es que los ministros utilizamos miles de veces la palabra “poder”, pero siempre vinculado a lo espiritual sin embargo la sociedad tiene una concepción de “poder” muy distinta, y tal vez un poco más cercana a la definición del diccionario. 

En la nota el autor manifestaba una creciente preocupación en los sectores políticos de Latinoamérica, ante el crecimiento del pueblo de Dios. De inmediato vino a mi memoria un momento histórico donde un líder nacional tuvo temor al observar el crecimiento del pueblo de Dios y decidió tomar duras medidas: “El rey le dijo a su pueblo «Miren, el pueblo de Israel ahora es más numeroso y más fuerte que nosotros. Tenemos que idear un plan para evitar que los israelitas sigan multiplicándose.» Éxodo? ?1:9-10 NTV, (¿te acordas?).???

 ??Al parecer el pueblo de Dios siempre ha sido observado y su crecimiento ha generado preocupación en los poderosos, pero la pregunta que me hago es la siguiente: ¿cómo se ve la iglesia a sí misma? Porque, aparentemente, Israel nunca vio lo que sí pudo ver faraón, él estaba consciente de que ellos eran un pueblo “más numeroso y más fuerte”; sin dudas, tenía que hacer algo para detenerlo. Pero, ¿por qué Su pueblo desconoció su propio poder? 

Si logramos vernos a nosotros mismos como un pueblo numeroso y fuerte y que además se multiplica en la adversidad (ver Éxodo 1:12), creo que podemos capitalizar el “temor” para levantar más alto que nunca la Palabra de Dios, defender sus principios y valores; y mostrar a Cristo como Salvador.

Somos un pueblo numeroso y fuerte pero si no actuamos como tal, el enemigo podrá subyugarnos. Si tan solo supiéramos…

Hogares

Autor: Maximiliano Gianfelici

La palabra Hogar viene de hoguera: fuego encendido que se mantiene para dar calor, donde la familia se reúne. La familia esta instituida por Dios para que dentro de ella se desarrolle cada miembro en unidad, amor, enseñanza y direccionados en la Palabra, donde la Presencia de Dios sea el centro de adoración y búsqueda constante.

El huésped principal de nuestros hogares es Jesucristo por eso tiene que ser acogedor para El no para nosotros, si abrimos la puerta al Espíritu Santo, nuestros hogares serán transformados para la gloria de Dios, porque Dios tiene un destino, tiene un propósito. Nuestro hogar es el lugar donde muchos van a ser transformados por el poder de Dios.

Dios escogió nuestro hogar como una habitación donde permanecer, por eso debemos cambiar nuestra manera de pensar, buscar a Dios transformando los ambientes, nuestro anhelo debe ser que su Presencia se quede a morar.

En 2º de Crónicas 34 (RVR) nos habla del reinado de Josías quien fue un rey muy especial, el pueblo de Judá y de Israel se había dividido, estaba viviendo una crisis, después del reinado de David su hijo Salomón hizo lo malo delante de Dios por eso el reino se divide, Israel al norte y Judá al sur. Israel desaparece primero porque vuelca su corazón a la idolatría y al pecado, en cambio Judá sobrevive unos años más. En Judá hay una secuencia de reyes que van a establecer el gobierno de esa nación delante de los ojos de Dios, algunos hicieron lo correcto y otros lo incorrecto, pero en realidad van a entrar a una decadencia absoluta, y lo que tenía que ser un pueblo llamado para construir un hogar en la tierra para Dios y revelarse a ellos, fue corrompido.

El padre de Josías se llamó Amón quien profano todo lo santo, destruyo el hogar porque era lo que había aprendido de su abuelo, abrió la puerta al pecado, a la corrupción, a los ídolos, fue tan fuerte lo de Amón que en una conspiración lo mataron, sus asesinos quisieron tomar el reino, pero la misma gente saturada de tanta maldad mato a los asesinos y levantaron a Josías que era un niño de ocho años, como rey.

Este niño de ocho años tenía una mama temerosa de Dios quien lo introdujo a su corta edad al camino de Dios, en ese momento el templo estaba destruido, la familia estaba destruida, había sido rasgada, ya había una condenación sobre el pueblo, Dios había determinado que se irían cautivos, había una maldición sobre ellos, y en este proceso aparece este niño de ocho años con su mama que lo instruye en el camino de Dios.  Cuando este niño recibe el reino decide cambiarlo, comienza una limpieza, un orden, llama a los gobernantes para que saquen los ídolos, llama al pueblo para que lleven ofrenda y reconstruyan el hogar, el templo.

Un niño, una nueva generación se levanta, en el momento de limpiar, de reconstruir el templo, Josías encuentra el libro de la ley, el cual estaba perdido; en este libro Dios establecía a que su pueblo seria el que le iba a dar hogar, pero que si desobedecían y hacían lo malo, iban a caer. Cuando Josías entendió esto no se tira a pedir perdón al contario mando a reconstruir, a sanar, a levantar los muros, a limpiar la nación, sabía que había una maldición en su familia, pero Dios por amor a Josías, por su entrega, su devoción, su determinación, permitió que su familia sea salva, Dios lo libero de la muerte, lo hizo prospero, bendecido. Josías entonces celebro la pascua como nunca antes se había hecho, en su generación, en los treinta años de su reinado hubo consuelo.

A esto nos está llamando Dios a limpiar, a derribar, a quebrar, a quitar las culturas del pasado porque donde hay un corazón bien direccionado no importa el peso de la maldición, por el poder de Jesucristo la bendición del cielo es más fuerte. Debemos determinarnos a no vivir lo del pasado porque Dios nos envía un renuevo, necesitamos creer como un niño, tener la inocencia de Josias, romper todo lo que nos ata, los lazos familiares dañinos y poner nuestra familia a los pies de Jesús. 

Determinarnos a pelear por nuestro hogar, por nuestra familia, porque si Dios interviene sobrenaturalmente todo puede ocurrir, por delante nuestro hay bendición pero muchas veces negligentemente no actuamos para que nuestros hogares sean sanos, limpios, nos acostumbramos a vivir entre el pecado, a repetir las mismas historias y pretendemos que alguien más lo haga por nosotros; pero hay un llamado de Dios para volver a creer, debemos darnos cuenta que sobre nuestra familia no hay maldición porque Jesús en la cruz del calvario la corto, cuando en “nuestra generación Dios hace el milagro la bendición es desatada”.

En el libro de San Juan 19:25-27 (RVR) nos menciona que cuando Jesús está a punto de morir ve a sus pies a su madre y a su discípulo amado, y le encomienda que se cuiden mutuamente, le encarga a su mama que cuide de Juan como a su discípulo de ella, tanto es así que se la lleva a vivir a su casa.  Jesús está cumpliendo su rol de primogénito, como José su papa carnal había muerto  María queda a cargo de Jesús y de sus cuatro hermanos y podemos ver como en todo su ministerio se ocupa de su madre y de sus hermanos, a pesar de que estos no creían en El.

Vemos como Cristo cuando es crucificado su familia natural está a sus pies, aunque no sus hermanos. Sin embargo Jesús pone orden en su familia, María se conecta con Juan y hace de la casa de Juan su hogar, ese día ellos quedaron desolados a los pies de la cruz. Tres días después Jesús es sepultado, resucita y se revela en  ese hogar el cual es transformado y los que no creían comienzan a creer.

Debemos llevar nuestros hogares a la cruz de Cristo, es decir sujetarnos a la voluntad de Dios, abrazar la cruz a pesar de que las dificultades y las circunstancias me digan lo contrario, miro sus manos, miro sus heridas, no me muevo y esto nos garantiza que nuestra familia estará en el lugar más elevado, porque si abrazamos la cruz de Cristo disfrutamos del poder de la resurrección, disfrutamos del poder que todo lo puede, que todo lo cambia, que todo lo hace nuevo y el que no “cree va a creer”.

Se trata de la eternidad de nuestras generaciones abrazando la cruz, aceptamos el dolor de la vida, aceptamos que todo no es simple, que vivimos en un sistema caído pero que creemos en un Dios que nos lleva a confiar porque estará con nosotros hasta el fin del mundo, nada nos habilita para escaparnos de la cruz de Cristo, cuando llevamos a nuestra familia a los pies de la cruz el poder de la resurrección se manifiesta en nuestro hogar. Cuando Cristo se manifiesta en el hogar de María estaba Juan, pero también Jacobo el hermano de Jesús quien se transformó en el líder de la iglesia de Jerusalén y Judas quien escribió el libro donde mayor revelaciones tiene de las cosas que han de venir, esto sucede porque Jesús sujeto su hogar a los pies de su cruz.

La cruz nos escogió, Dios escogió nuestro hogar para morar, Dios escogió nuestro matrimonio para ser quien lo gobierne, Dios escogió nuestros hijos para que invadan las naciones con la gloria de Dios, el Señor moviliza nuestros corazones, nos llamó a esta tierra, nos plantó en este lugar, Dios nos escogió como un hogar que manifieste su gloria, que manifieste su poder.

En la cruz hay perdón, la sangre de Cristo tiene poder, limpia, redime, sana, rompe maldiciones, si en un contexto de maldición la actitud de un niño de ocho años transformo su hogar cuanto más en el contexto de la gracia de Jesucristo la determinación de una persona va a producir milagros y señales, la gracia del Señor ha cubierto todo este tiempo. 

 

Recuperado https://centrodealabanzarw.wordpress.com/2017/03/16/hogares/ 

¿Involucrados o Comprometidos?

Autor: Silvia Serantes

La frase del pastor bautista Martín Luther King es muy actual para estos tiempos: “NO ME PREOCUPA el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que ME PREOCUPA es el silencio de los buenos”.

¿Cuál es la diferencia entre involucrarse y comprometerse? Cuando nos involucramos solo pasamos por allí, no hay pasión y miramos livianamente la situación. Entonces, involucrarse sería “tocar de oído”, hablamos como eruditos del tema, aparentamos que nos interesa y que estamos dispuestos a dar todo. Pero cuando se nos pide algo específico aparecen las excusas. En cambio, cuando hablamos de comprometemos, ponemos nuestra pasión y prioridad, es decir, que requiere determinación.

Veamos lo siguiente: Una gallina y un cerdo se pusieron de acuerdo para abrir un restaurante, la gallina propuso el nombre: “huevos con tocino/panceta”. Fue allí donde el cerdito desistió diciendo: Tu estarías involucrada gallina, pero yo realmente comprometido.

Jesús nos presenta una escena tan actual y cotidiana de nuestro tiempo en San Lucas 10: 25-37 a la cual conocemos como la parábola del Buen Samaritano, en donde veremos de estar involucrado o comprometido. Es con esta parábola que puedo decir que el mejor trabajador social que he conocido se llama Jesús de Nazaret, a través de sus enseñanzas, ejemplo e impacto social nos ha dejado las claves para ayudar a nuestro prójimo:

– Hay muchos heridos que han caído en manos de ladrones, que han sido despojados, golpeados y abandonados, alrededor nuestro.

– Su condición es que “están medio muertos”, y esto es importante saberlo porque significa que no tienen capacidad de reacción.

– También hay muchos más indiferentes que gente comprometida, ellos solo se involucran, pero quien quiera hacer algo por ellos tendrá que parar de su camino, detenerse de sus actividades, prestar atención, estar dispuesto a “invertir su tiempo” y aún su dinero.

Comprometerse va más allá de una simple intención o sentimiento, es un compromiso firme con quien está derribado porque ha sido alcanzado por el mal.

Los pasos para ser efectivos en esta atención son:

  1. Nos tiene que afectar el estado de esa persona, a tal punto que quedemos ligados a la situación, el samaritano se “compadeció del herido”.
  2. Tienes que acercarte a su dolor, tanto hasta que puedas sentirlo y la persona pueda sentirse cerca.
  3. Presta atención a sus heridas, no a sus reacciones o palabras, mira más allá de lo que ven los ojos, mira con el corazón e intenta hacer lectura de lo que realmente le pasa.
  4. Venda esas heridas, no las subestimes, todo lo contrario, ayuda a la persona a encontrar la paz, ten en cuenta que esto es un proceso, donde muchas veces se retrocede para luego volver a avanzar.
  5. Involucra a otros en el cuidado, ya sea profesionales o gente capacitada, pero supervisa la recuperación. Serás referente de aquí en adelante para esa persona, un simple gesto que diga “estás en mi corazón” le dará la seguridad que puede contar contigo, aunque ahora no estés cerca. 

 

El buen samaritano luego de realizarle los primeros auxilios, llevó al herido a un lugar donde lo cuidaron por él, comprometiéndose a no abandonarlo, pagando los gastos que el mismo ocasionaba. Algunos de los dolores más intensos que puede atravesar una persona son : la violencia, el maltrato y abuso, el abandono.

¿Cuál es el peor enemigo ante ellos? Como nos enseña Jesús: LA INDIFERENCIA.

Para ello tendrás que atravesar las barreras más poderosas que te alejan de la gente y son: LOS PREJUICIOS, que es un juicio a priori, una imagen mental que tenemos de las personas o situaciones. La mejor manera de ayudar es con empatía, es decir, del MISMO LADO, tenemos que movilizarnos de dónde estamos e intentar ver con sus ojos y sentir con su corazón. El engaño más poderoso que impera en este tiempo es: EL DESCONOCIMIENTO DE LA REALIDAD, nos mentimos a nosotros mismos diciendo que todo está bien, sin embargo, hay mucho dolor a nuestro alrededor. La forma más efectiva de sanar el corazón de otros es como lo hizo Jesús, LA ENTREGA DE UN TRANSFORMADOR, él dio todo por nosotros. La clave para el acercamiento es ESCUCHAR EL SUFRIMIENTO, y acompañar con COMPRENSIÓN no con JUICIO. El resultado de esta ayuda será LIBERTAD Y FELICIDAD.

Extracto recuperado https://es-la.facebook.com/silviadeserantes/posts/2727270850895675

estanque

La Iglesia, Evangelismo y Discipulado en días de Aislamiento Social

Autor: Sergio Bonacina.

¡Es tan maravilloso saber, que nuestro Dios, no ha estado en aislamiento social en estos meses, en ningún momento! Siempre me ha bendecido, el pasaje bíblico en el que Jesús, sanó a un paralitico en el estanque de Betesda, y es acusado por los religiosos por este motivo; pero él responde con una poderosa Palabra: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, San Juan 5:17.  Esto nos muestra una vez más que Su Palabra nos insta a pesar del tiempo de aislamiento, a no detener nuestra labor, ya que si el Señor no detuvo su obrar, y  siguió trabajando y lo hizo a través de su Iglesia. ¡Nuestros paradigmas del obrar de Dios cayeron!  Hemos entendido lo que también entendió la Iglesia Primitiva, que no dependió de un edificio para hacer iglesia, y que tampoco dependió de un edificio para crecer y desarrollarse, que sólo dependió del Espíritu Santo, y de la Gracia que él derramó sobre sus hijos. Dios ha trabajado y lo sigue haciendo sobre su Iglesia y sobre su Liderazgo, a quien le dio la capacidad de reinventarse, y buscar Su sabiduría para seguir sosteniendo, conteniendo y discipulando a la gente, sino que además la iglesia, y que en estos tiempos sólo ha visto, los días más fructíferos, en cuanto a alcanzar almas para Jesucristo. Son cientos y cientos las personas nuevas, y apartadas que se han alcanzado a través de las diferentes plataformas digitales, redes sociales, etc. y los milagros que Dios ha manifestado a través de los dispositivos móviles son tremendos; ¡realmente hemos visto el obrar de Dios de una manera gloriosa!, y todo lo visto no se ha limitado a las cuatro paredes de un templo, ni tampoco a la estructura de nuestros servicios. Una vez más podemos decir con todo nuestro corazón agradecido, que Dios es Dios, y él es el Único Dueño de la Obra de la que sólo nosotros somos sus administradores. El Señor siguió trabajando y enseñándonos que: mientras Él se mueva, ¡no hay circunstancia, pandemia o aislamiento social, que puedan detener su propósito!  Creo, que estamos frente a una oportunidad histórica de ver, el crecimiento y la expansión más gloriosa, que la Iglesia en nuestra nación ha experimentado, sólo necesitamos ser sensibles a la voz de Dios, adaptarnos a los cambios que Dios mismo ha permitido y provocado. ¡Por favor, a no perder el enfoque hacia los que sufren y prepararemos a la iglesia para los tiempos que vienen! ¡Dios nos de sabiduría para no perder nada de la cosecha que Él nos quiere entregar!  ¡Les saludo con las más ricas bendiciones de nuestro Señor Jesucristo!

GUARDIANAS DE LA PRÓXIMA GENERACIÓN

Guardianas de la próxima generación

Por Lidia Lewczuk de Masalyka

En este último tiempo se habla mucho de no dejar brechas generacionales. Se repite hasta el cansancio acerca de la importancia de tener mentores; gente que guíe a los jóvenes a la plenitud de vida y propósitos en una cultura como la nuestra en la cual hay una verdadera ausencia de buenos referentes.

El apóstol Pablo llevó a Tito, su colaborador, a Creta, estableció varias iglesias, y por su carta descubrimos la preocupación de dejar bien establecidas las congregaciones. Comienza por las verdades eternas y luego pasa a lo terrenal, dando consejos del trato a los ancianos, líderes, jóvenes, familias pastorales, gente mayor, y aún para con los esclavos. Tito como varón, también debía conducir a las mujeres de las iglesias en la instrucción del Señor.

En sus escritos se pone en evidencia el anhelo del apóstol de fusionar al Cuerpo de Cristo a la sana doctrina, y a la vida testimonial de los creyentes de todas las edades. Es interesante el detalle en esta carta respecto al comportamiento esperado de las mujeres ancianas, abuelas, o mayores en edad. Tengamos en cuenta que debido a la expectativa de vida de esos tiempos, a los cincuenta años las personas eran ya consideradas ancianas.

Tito 2:3-5 “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”

Mentoras de una nueva generación: Las ancianas

Debían ser reverentes en su porte. Esto se refiere a su aspecto, su presencia. Cómo una mujer luce ante los demás habla de su nobleza o lustre desde sus posturas físicas como también su conducta y acciones.

En días recientes en Argentina hubo un revuelo periodístico y social, porque un sacerdote puso un cartel a la entrada de su capilla, estableciendo que las mujeres debían entrar a misa vestidas decentemente. Fue censurado por los medios, por los propios fieles, y tristemente por una autoridad de la Iglesia que lo desautorizó para que no hubiera más problemas.

Este mismo pasaje dice que las mujeres deben ser castas. La castidad, modestia, decencia, son virtudes cristianas que embellecen a la persona. Tengamos en cuenta este consejo como contrastaba con él un espíritu lujurioso como el que reinaba en aquellos días en las ciudades donde ministraba Tito, con costumbres sensuales y llenas de erotismo aún en los cultos paganos. Por esto las jóvenes necesitaban mentoras, maestras del bien. Aquí están, las mujeres mayores enseñando el camino de la pureza, excelencia y la santidad como estilo de vida.

Debían controlar su forma de hablar: Siempre que enseñamos somos observadas y de ahí surge una identificación positiva o negativa según lo que vean nuestros alumnos. Prudencia, control, dominio sobre las emociones. son necesarios. Con los años las personas realzan las virtudes o refuerzan las áreas oscuras de su carácter. Aunque nos duela, la palabra usada por el apóstol, es diábolos para “calumniadoras”, salta a la vista, que ese atributo de Satanás, se manifiesta en la forma que él usa la mentira, infamia, envidia, para destruir vínculos. No puede haber insolencias, insultos, griterías. Las maestras del bien, no podemos llevar esa etiqueta de diábolos, más bien debemos ser ejemplos de prudencia y sabiduría pacificadora, ejemplos de sensatez y sentido común.

Debían controlar sus apetitos y malos hábitos. El vino solo puede significar una parte del problema de aquellos tiempos, cualquier exceso es nocivo para el cuerpo y el alma. Los vicios como alcoholismo, tabaquismo, drogadicción, glotonería, etc. comienzan muchas veces en la casa.  El descontrol, “el placer falso” ha llevado a millones a la muerte. Nosotras guiamos a los niños, jóvenes, y madres a ser buenas administradoras para que estén sanos, bien nutridos, y apartados de las adicciones. Mostremos que se puede gozar de una buena vida en contacto con la naturaleza, amistades con fortalezas, y disfrutar de cada amanecer, tomando la vida como un regalo de Dios, sin necesidad de tapar los sentimientos con tóxicos o comidas.

Debían ser guardianas de su casa, de su familia, cuidadosas de lo más importante que hay sobre la tierra, en lo que atañe a la responsabilidad dada por Dios a la mujer. Un comentario dice “que hagan las faenas de la casa con agrado”.

Muchas mujeres hoy salen a trabajar por necesidad, pero muchas lo hacen porque no les gusta estar en su casa y cuidar de los niños, hacer las compras, cocinar, por lo que los despachos a domicilio están a la orden del día. La comida chatarra, o lo que aparenta haber sido un beneficio el comedor escolar en Argentina, (PAICOR) se transformó en una buena manera de evitar cocinar sano en casa.  Tristemente la escuela se va transformando en un lugar para comer, en lugar de ir a estudiar y abrir las mentes.

Otro comentario dice “activas en los quehaceres domésticos”. Gracias a Dios por el confort que disfrutamos hoy, muchas tareas que nuestras madres y abuelas las hacían a mano, hoy es suficiente apretar un botón, para tener listo lo que a ellas les llevaba dos días. Por tal razón, agradecidas al Señor, la casa debe ser un lugar de luz, prolijidad, orden y limpieza. Deberíamos tener un cartel con la frase “Y TODO LO QUE HACÉIS SEA DE PALABRA O DE HECHO, HACEDLO COMO PARA EL SEÑOR Y NO A LOS HOMBRES”.

PABLO BESSON, PRIMER DEFENSOR DE LOS DERECHOS EVANGÉLICOS EN ARGENTINA

Pablo Besson nació en Nod, cantón de Berna, cerca de Neuchatel, Suiza, en el año 1848. Hijo de un predicador de la Iglesia Reformada y madre de origen valdense, que iba a ejercer mucha influencia sobre él, mediante el relato de la historia de sus antepasados, los valdenses, describiéndole las escenas de fe, de heroísmo y de fidelidad de aquellos creyentes. “Piedad, estudio, ejercicio y trabajo se unieron en su primera educación para dar como resultante un carácter enérgico y un espíritu libre” (S. Canclini).

Se encaminó por la senda que sus padres le marcaron, de tal manera que entrado en la adultez, el propio Basson se convirtió en un bien capacitado Pastor Bautista. Estudió en la Facultad de Teología de la Universidad de Neuchatel (1868), con profesores como Federico Godet (1812-1900), entre otros. En Alemania estudió con el sabio Lobegott Friedrich Constantin Tischendorf (1815-74) de Leipzig. De él recibió su pasión por la crítica bíblica. Sin embargo el gran acontecimiento en su vida espiritual vino mediante Christoph Ernst Luthardt (1823-1902), que le mostró directamente el camino de la salvación por pura gracia mediante la fe.

Arrepentido, aceptó a Cristo en su corazón y por primera vez en su vida se sintió realmente cristiano, regenerado por el Espíritu de Dios, confiado sólo en los méritos de Cristo. De regreso de Leipzig volvió a estudiar en la Universidad de Basilea, para terminar su licenciatura en teología.

El 12 de octubre de 1870 fue ordenado al ministerio de la Iglesia Reformada. Fue pastor suplente en varios lugares, hasta que en 1871, junto a otros 22 pastores, cinco asistentes ministeriales y tres profesores de teología, renunciaron a la Iglesia oficial y fundaron una Iglesia independiente de las injerencias del Estado.

Invitado por los pastores franceses A. Duchemin y Leopoldo Monod, marchó a Francia como evangelista, en la ciudad de Lyon. Allí entró en contacto con una pequeña congregación bautista, que le llevó a confrontar y estudiar las diferencias sobre el tema del bautismo de niños, como creía su Iglesia, o de adultos sobre la base de la fe personal. Convencido de este último punto, renunció al Consejo de su Iglesia y fue bautizado por inmersión, para gran sorpresa de sus conocidos, amigos y familiares.

Un tiempo después la Misión Bautista de Boston (USA), aceptó sus servicios en calidad de evangelista en la región norte de Francia, a la que dedicó seis años de duro trabajo.

En 1881 un grupo de creyentes bautistas suizo-franceses le solicitó ayuda para la Obra en una lejana tierra al Sur de América. Pablo Besson llegó a Argentina en 1881 invitado por una pequeña colonia agrícola de bautistas franceses en Esperanza, provincia de Santa Fe.

Un lingüista competente y un bautista ferviente cuyas convicciones nacieron del estudio de las Sagradas Escrituras, Besson se trasladó a Buenos Aires. Allí organizó la primera iglesia bautista argentina de habla hispana. Esto fue un cambio radical con la tradición, dado que las pocas congregaciones evangélicas hasta entonces eran disponibles solamente para grupos de lengua extranjera.

Besson comenzó una lucha por la libertad religiosa (culto, matrimonio civil, entierro oficial para los no católicos, educación, etc.) y su fluida pluma y su mente aguda pronto encontraron eco en el espíritu liberal de la nueva Argentina.

A los 57 años de edad, en octubre de 1905, contrajo matrimonio con Margarita Mealley, viuda del pastor bautista inglés Jorge Graham. En marzo de 1927, a los 79 años de edad, renunció a su cargo pastoral, por causa de su salud. Bien amado por todo el movimiento protestante argentino murió el 30 de diciembre de 1932.

Erudito, amante de los libros, escribió importantes ensayos de historia y apologética. Pero es más conocido por su perdurable traducción del Nuevo Testamento, la primera de toda Latinoamérica, hecha del griego al castellano.

 

Referencia: http://www.oramos.com.ar/noticias/info/pablo-besson-primer-defensor-de-los-derechos-evangelicos-en-argentina

LOS AVIVAMIENTOS

Por Edgardo Muñoz

Una pregunta interrumpió la quietud de esa fría y húmeda mañana de clases en el instituto bíblico residente. El profesor, que casi se resignaba al torturante silencio de sus alumnos, cansados y somnolientos cobró aliento. ¡Por fin había muestras de vida en aquel grupo caracterizado por el entusiasmo! Aquella mano levantada prometía el inicio de un juego digno de las expectativas y excelencia del docente. Era hora que el fervor del maestro se contagiara. La pregunta, sin embargo, revelaba que la llama tenía más de pábilo humeante que de fuego: “¿Qué respaldo bíblico tiene la palabra ‘avivamiento’?”

Claro está que ningún seminarista ingresa con una teología del avivamiento desarrollada. Solamente sabe que el término se repite una y otra vez en las iglesias, en las campañas evangelísticas y, en especial, en los predicadores promotores del mover de Dios. Pero la pregunta sonaba más a desafío que a ignorancia. De no tratarse de un profesor experimentado en el tema, la materia no hubiese sobrevivido al incidente.

La definición castellana de “avivamiento” es: “Incremento de la intensidad, la fuerza o la vivacidad de algo”. Etimológicamente lo compone el verbo “avivar” que inspira la idea de animar, dar viveza y hacer que se encienda el fuego. Es dar vida. En relación con la iglesia, apela a la necesidad de que no se apague la llama o fervor. También se puede referir a darle vida y revertir todo proceso de extinción.

La historia de la iglesia cita diferentes eventos que sacudieron al mundo, después de los cuales el pueblo de Dios no fue el mismo. Algunas veces como respuesta a un intelectualismo devastador. Otras, luego de un letargo o apatía. A todos estos fenómenos se les llamó avivamiento, porque algún nombre había que ponerle y… ¿Qué mejor que un sustantivo metafórico que se relacionara con el fuego?

Pero la Biblia cita la expresión de manera literal o evidencial reiteradas veces. La segunda carta de Pablo a Timoteo, capítulo 2 versículo 6 aconseja al joven pastor que “avive” el fuego del don de Dios puesto en él por la imposición de manos del apóstol. En este caso, el vocablo griego anazoopyrein se traduce como “dar vida al fuego” y charisma, que se traduce como don, está relacionado con la comisión al ministerio que Pablo oficializó en Timoteo mediante la imposición de sus manos. En otras palabras, el apóstol recomendaba a su discípulo que ejerciera con fervor el ministerio encomendado por la pura gracia de Dios.

En el Antiguo Testamento, Habacuc llega al final de su profecía pidiendo que Dios avive su obra en medio de los tiempos. Al principio reprochaba al Señor su permisividad ante la injusticia. Cuando Dios le dice que había un tiempo para el castigo, y también un instrumento, que serían los malvados caldeos, Habacuc vuelve a quejarse. Entonces el Altísimo revela con mayor amplitud su plan, aludiendo a sus obras pasadas. En consecuencia el profeta, al comprender que los planes del Señor son siempre sabios, clama para que el Rey del universo resurja (avive) las obras pasadas, y así se dé a conocer su perfecta justicia.

La palabra hebrea hayah, traducida como “aviva”, se emplea innumerable cantidad de veces en el Antiguo Testamento en el sentido de revivir, dar vida, sanar,     resucitar, recuperar y restaurar.

Definitivamente válido es el uso de la palabra avivamiento para la iglesia y para el ministerio. Podemos definir, entonces, al avivamiento como el estado del pueblo de Dios en el que se revitaliza y adquiere mayor fervor. Los creyentes se encienden y predican con denuedo el  evangelio, salen de su timidez, superan sus temores y se sobreponen a la inercia del egoísmo.

Algo semejante a lo descripto podemos observar en Hechos 4, cuando luego de la primera persecución y aprehensión de Pedro y Juan la llama del Pentecostés parecía apagarse. Pero el oportuno clamor de los creyentes abrió las puertas a la intervención de Dios con su poder. Un avivamiento irrumpió en la incipiente iglesia, y el pueblo de Dios cobró ánimo. Pero sin lugar a dudas, el principal protagonista de este avivamiento, y de los demás, ES EL ESPÍRITU SANTO. ¡No existe avivamiento sin la intervención de la tercera persona de la Trinidad!

Por lo general advertimos que el revivir de la iglesia suele acompañarse de una serie de características.

La primera de ellas es el gozo, el entusiasmo y la vehemencia en la práctica de la fe. Los creyentes se identifican mutuamente con fuertes lazos y abundante amor. Como consecuencia de tal estado, se observa un mayor compromiso con la gran comisión. ¡Sería un absurdo arder en el Espíritu y no ser testigos de Cristo!

Cada vez que la gran comisión adquiere relevancia llegan los milagros y señales. Por algo Jesús, luego de enviar a sus discípulos a todo el mundo, les habló de las señales que seguirían a los que creen.

Frente a la actitud más agresiva de los creyentes, ocurre lo que debe ocurrir: las conversiones dramáticas aumentan. A su vez, esos nuevos convertidos ramifican el mensaje entre los suyos, y se multiplica. Esto da lugar a la segunda característica que consiste en un fuerte impacto en la comunidad.

No existe un avivamiento silencioso. Tampoco un avivamiento de puertas para adentro. El avivamiento se propaga, se extiende, quema a su alrededor, deja influencia. Lo ocurrido en Pentecostés hizo que los transeúntes se preguntasen qué quería decir todo aquello. Los primeros creyentes tenían todas las cosas en común pero no vivían en un gueto. Cada uno regresaba a sus casas y allí desperdigaban las virtudes recibidas. La sociedad no puede permanecer indiferente cuando un sector hace ruido. Los milagros, las sanidades, las vidas transformadas, los cambios en los hábitos y en la moral  y tantos otros efectos de la irrupción espiritual hallan sus reacciones. A veces, las conversiones masivas amenazan ciertos negocios, como ocurrió con las tabernas durante el avivamiento de Gales. El perjuicio de algunos intereses conlleva a oposiciones de diversas índoles que no hacen otra cosa que divulgar más el mensaje y sumar exponencialmente la cantidad de creyentes.

Pero la tercera característica que identifica un revivir espiritual, tal vez sea la que da origen a lo demás: La intensa convicción de pecado. En la Corea de los años 50´s un diácono se puso en pie ante la congragación y, compelido por el Espíritu Santo, confesó públicamente sus faltas. Uno a uno le siguieron hasta que la iglesia entera se halló inmersa en la penitencia y búsqueda del Señor. El fuego no tardó en propagarse.

El Espíritu Santo da convicción de pecado. Los creyentes de muchos años, suelen estancarse y sumirse en una rutina de mera subsistencia espiritual. Pierden su contacto cotidiano con la fuente de santidad que es Cristo, y desvían su camino sutilmente. Un encuentro con Dios les confronta con su estado y les hace ver con gravedad lo que consideraban una insignificancia. La tibieza en la que andaban los volvía insensibles, pero ahora perciben su abominación y se abrazan a la gracia, porque, donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Al que mucho se le perdona, mucho ama, y en agradecimiento y amor a Cristo se lanzan a servirle y a proclamarlo como nunca antes. A veces, la sensación del pecado agobiante contrasta tanto con el alivio del perdón que el cristiano renovado manifiesta todo tipo de estallidos emotivos que no hacen otra cosa que aumentar la curiosidad y el deseo de otros por recibir lo mismo.

Los avivamientos también incluyen agentes que cumplen determinadas funciones.

Hallamos a los promotores de avivamientos. Son verdaderos profetas de Dios que llaman al pueblo a dejar la complacencia y sumergirse en la búsqueda del Señor. A veces parecen excesivos y absolutistas, pero si deseamos calentar un recipiente de agua a determinada temperatura, la fuente de calor debe ofrecer una temperatura mayor a la que se pretende. Lo mismo ocurre si tenemos que empujar un carro de una tonelada. Necesitamos una fuerza mayor a una tonelada para moverlo. Difícilmente los prudentes y cuidadosos muevan a la iglesia de su inercia.

Los opositores del avivamiento pueden no ser enemigos, sino agentes reguladores que con sus argumentos ayudan a pensar. También polarizan al pueblo, ayudando a que, los buscadores de Dios se enfervoricen más aún, y también alentando a que los verdaderos enemigos se definan y tomen distancia. Los opositores sinceros suelen adherirse a la causa más tarde, mientras que los defensores de sus intereses egoístas quedan olvidados en el camino.

Los administradores del avivamiento sacan un buen provecho a favor del Reino, poniendo orden y dirección a lo que pasa. Nadie puede ser un buen administrador del avivamiento al menos que se meta adentro. Desde allí bendice y ayuda a hallar un sentido teológico a cuanta señal aparezca. Los pastores debemos ser buenos administradores de las visitaciones de Dios para que nada caiga en saco roto.

Nunca faltan los mercaderes del avivamiento. Desde los tiempos de la Didache se empleaba la figura de mercaderes del evangelio. Aquellas personas que se valen de lo que ocurre para obtener algún beneficio. Algunos de ellos emergen como maestros y enseñan dogmas enredados, otros escriben libros con puras vanidades que distraen del verdadero objetivo de un avivamiento. Pero cualquiera de ellos intentará sacar algún provecho personal, sea económico o de notoriedad.

Aquellos idealistas viscerales, cuando se hallan frente a un mover extraordinario, quisieran que se instale definitivamente y que aún vaya in crescendo. Los que nunca vivieron aquellos tiempos de gloria incorporan a su creencia de que un avivamiento jamás debería irse, y que si lo hace, es porque la iglesia fue negligente.

Pero los avivamientos se comportan como las olas de la playa. Vienen por tandas y se retiran… la superficie de la costa nunca es igual cuando el agua retrocede. Se llevan cosas y dejan otras cosas, algunas de ellas van y vienen, pero las rocas permanecen inamovibles.

Casi todo motor funciona por impulsos discontínuos, sea eléctrico o a combustión. El sonido es posible gracias a las ondas que forma en el aire. De la misma manera una pared sólo se horada con golpes o erosión con una superficie irregular. De la misma forma, un avivamiento irrumpe, desequilibra, purifica, enriquece y se retira. Llega el momento de preguntarnos qué hacer con lo ocurrido y cómo aprovecharlo.

Los avivamientos vienen y se van. Pero si fueron legítimos nos dejarán la siguiente riqueza:

Habrá más convertidos, iglesias más llenas, pero también más iglesias. Seguramente habrá más llamados al ministerio, y de entre ellos más misioneros que saldrán al campo. Hallaremos institutos bíblicos con más asistentes.

También veremos a más cristianos practicar el evangelismo personal. Otros, ya no serán los mismos de antes. Aumentará el grupo de santos íntegros que no se contaminan con este mundo.

Finalmente aparecerán más testigos de la gloria de Dios, que con sus relatos arrojarán sed en sus oyentes. Esta sed se transformará en la mejor predisposición y clamor a Dios para que llegue otro avivamiento en la nueva generación.

Necesitamos un avivamiento en cada generación, en cada continente, en cada cultura y comunidad. Como Habacuc clamamos: “aviva tu obra, oh Señor, en medio de los tiempos”.

 

Referencia: http://conozca.org/?p=3679