Por Carlos Silveira.
El iglecrecimiento es un tópico que nos mantiene preocupados a todos los ministros. Invertimos nuestras vidas en llenar templos, salones, casas y todo aquello que podamos convertir en nuestra iglesia. Lo cierto es que, cuando hablamos de una iglesia creciente, no tiene la misma connotación en Ushuaia que en la Quiaca. No es lo mismo decir “tengo una iglesia grande” en Capital Federal o en la Matanza, que decir “tengo una iglesia grande” en San Carlos “Corrientes” o en “Picada Guatambú”, Misiones. Un pastor puede sentirse frustrado cuando compara la cantidad de sillas que tiene en su iglesia con la gente parada que quedan paradas en lugares donde la densidad de población supera ampliamente su realidad.
Después de varios años de ministerios y haber compartido con muchos ministros de distintas realidades podemos concluir, como todos lo sabemos, que el crecimiento de nuestra iglesia no son sólo números. Depende del lugar, las circunstancias, los momentos de nuestros ministerios y del obrar maravilloso del Espíritu Santo. No obstante quiero compartir algunas determinaciones que tenemos que tomar para poder extendernos y multiplicarnos conforme a la voluntad de Dios.
Lo primero que tenemos que hacer es determinarnos a dejar atrás el pasado de éxitos y fracasos. Isaías 54.1, le dice a una mujer estéril que se regocije. Sabemos que lo peor que le podía pasar a una mujer en ese tiempo de la historia era no tener hijos. Es como abrir la iglesia y tener a la esposa, a los hijos y al borracho que se convierte todas las noches y grita amén desde la puerta, pero su vida no cambia.
Si nos enfocamos en el fracaso, no vamos a poder salir adelante. Lo mismo ocurre si los éxitos del pasado bajo nuestro mentor es la vara que se alza para hacernos sombras. Dejemos de lado la falta de realización, el tiempo de no multiplicarnos, la frustración y el fracaso y regocijémonos en poder servir a Dios en el lugar donde nos puso. Si hay mil, prediquemos para mil, pero sí sólo son diez, también prediquemos como para mil. Seamos fieles con los pocos y Dios nos va a poner sobre muchos.
Otra determinación es cambiar la actitud de nuestro corazón y nuestra mente. La mujer estéril a la que habla Isaías debía levantar canción y dar voces de júbilo, porque todos se iban a asombrar de la cantidad de hijos que iba a tener.
Es increíble como el ánimo de un pastor descontento se transmite a la congregación, puede intentar sonreír y ser amable, pero lo que sale de su boca va a delatar la condición de su corazón. La frustración y la falta de visión del obrar invisible del Espíritu Santo tarde o temprano va contagiarse en su familia y en su congregación.
Tenemos que tener una transformación interior como la que predicamos en nuestras iglesias: ¡Dios cambia tu tristeza en alegría; tu amargura es cambiada en esperanza; la duda por fe y la esterilidad por fertilidad! Cuando este mensaje es real en nosotros se va a hacer real en la gente que lo escucha. Luchamos contra diferentes frustraciones, pero la Palabra opera igual en cualquiera de ellas.
Otra determinación que tenemos que tomar es, reforzar las áreas débiles de nuestras vidas y fortalecernos para poder crecer. Ensanchar la tienda, modificar las habitaciones, alargar las cuerdas y reforzar las estacas, requiere análisis, planificación y esfuerzo. No es sencillo analizar en qué áreas estoy teniendo debilidades, qué estrategias tengo que cambiar y cómo lo voy a hacer. Podemos estar convencidos que lo que hacemos va a dar resultados, pero no siempre ocurre así. Por experiencia puedo decir que no en todos los barrios se pueden hacer células. Las distancias lo impiden, las relaciones sociales de la comunidad, la inseguridad puede ser otro obstáculo. Lo mismo que cuando rediseñamos una casa, nos sentamos y pensamos qué necesito, que tengo que tirar abajo, qué materiales van a ser más apropiados y cuáles no. De ese modo nuestra autocrítica nos tiene que permitir ver qué tenemos que ensanchar: nuestro corazón, nuestra fe, nuestra mente, nuestra generosidad, nuestra visión. ¿Qué estaca tendríamos que reforzar: el compromiso, la oración, la Palabra, la entrega?
No es fácil este punto porque puede desmoronar todo lo que pensamos que estaba correcto en nuestro ministerio y nos puede hacer volver a empezar, pero vale la pena.
Una visión renovada nos determina a extendernos y multiplicarnos a “la mano derecha y a la mano izquierda y también a que nuestros obreros lleguen más lejos, heredando la tierra”.
La extensión es una promesa que puedo hacer que se cumpla o no. Los ministerios monopólicos no pueden extenderse a todo lo que Dios quiere. Tenemos que ser enviadores de obreros y no padres sobreprotectores. Se pueden equivocar y caer, pero van a poder levantarse y seguir si eso estuvo en nuestro ADN.
Las nuevas conquistas requieren un impulso corporativo. El temor a quedarnos sin obreros nos va a detener el crecimiento, pero darle alas va permitirnos llegar a las “ciudades asoladas” y darle vida. No importa quién llegó porque la obra pertenece a Dios.
La última determinación que tenemos que tomar es ser restaurados para cosas mayores. Después de muchos fracasos Dios llamó “a la mujer” en Isaías. Le recordó todo lo que había pasado, quizás porque en momentos de éxitos nos olvidamos quiénes fuimos un día y cómo el Señor nos restauró, pero le renovó sus promesas y su pacto.
Dios restaurará los errores y vergüenzas del pasado. Él va a afirmar nuestra identidad como hombres y mujeres llamados al servicio y nos va a dar continuamente nuevas oportunidades.
Cuando nos encontremos cómodos y realizados van a aparecer nuevos desafíos, a Dios le encanta movilizarnos, incomodarnos y ponernos otra vez en la situación en que no sabemos qué hacer si El no interviene. Eso forja en nosotros un carácter de siervos dependientes de Dios, nos anima a mantener nuestro espíritu conectado con el de Él, pero nuestra voluntad rendida a su presencia.
Para concluir, quisiera realzar la importancia de ser determinado, la determinación me hará tener un rumbo, me ayudará a perseverar y a tener esperanzas.
Job. 22:8 Determinaras asimismo una cosa, y te será firme, Y sobre tus caminos resplandecerá luz.
Nuestro Dios siempre nos brindará oportunidades para crecer.