Determinados a crecer y extendernos

Por Carlos Silveira.

 

 El iglecrecimiento es un tópico que nos mantiene preocupados a todos los ministros. Invertimos nuestras vidas en llenar templos, salones, casas y todo aquello que podamos convertir en nuestra iglesia. Lo cierto es que, cuando hablamos de una iglesia creciente, no tiene la misma connotación en Ushuaia que en la Quiaca. No es lo mismo decir “tengo una iglesia grande” en Capital Federal o en la Matanza, que decir “tengo una iglesia grande” en San Carlos “Corrientes” o en “Picada Guatambú”, Misiones. Un pastor puede sentirse frustrado cuando compara la cantidad de sillas que tiene en su iglesia con la gente parada que quedan paradas en lugares donde la densidad de población supera ampliamente su realidad.

 

Después de varios años de ministerios y haber compartido con muchos ministros de distintas realidades podemos concluir, como todos lo sabemos, que el crecimiento de nuestra iglesia no son sólo números. Depende del lugar, las circunstancias, los momentos de nuestros ministerios y del obrar maravilloso del Espíritu Santo. No obstante quiero compartir algunas determinaciones que tenemos que tomar para poder extendernos y multiplicarnos conforme a la voluntad de Dios. 

 

Lo primero que tenemos que hacer es determinarnos a dejar atrás el pasado de éxitos y fracasos. Isaías 54.1, le dice a una mujer estéril que se regocije. Sabemos que lo peor que le podía pasar a una mujer en ese tiempo de la historia era no tener hijos. Es como abrir la iglesia y tener a la esposa, a los hijos y al borracho que se convierte todas las noches y grita amén desde la puerta, pero su vida no cambia.  

 

Si nos enfocamos en el fracaso, no vamos a poder salir adelante. Lo mismo ocurre si los éxitos del pasado bajo nuestro mentor es la vara que se alza para hacernos sombras. Dejemos de lado la falta de realización, el tiempo de no multiplicarnos, la frustración y el fracaso y regocijémonos en poder servir a Dios en el lugar donde nos puso. Si hay mil, prediquemos para mil, pero sí sólo son diez, también prediquemos como para mil. Seamos fieles con los pocos y Dios nos va a poner sobre muchos. 

 

Otra determinación es cambiar la actitud de nuestro corazón y nuestra mente. La mujer estéril a la que habla Isaías debía levantar canción y dar voces de júbilo, porque todos se iban a asombrar de la cantidad de hijos que iba a tener. 

 

Es increíble como el ánimo de un pastor descontento se transmite a la congregación, puede intentar sonreír y ser amable, pero lo que sale de su boca va a delatar la condición de su corazón. La frustración y la falta de visión del obrar invisible del Espíritu Santo tarde o temprano va contagiarse en su familia y en su congregación. 

 

Tenemos que tener una transformación interior como la que predicamos en nuestras iglesias: ¡Dios cambia tu tristeza en alegría;  tu amargura es cambiada en esperanza; la duda por fe y la esterilidad por fertilidad! Cuando este mensaje es real en nosotros se va a hacer real en la gente que lo escucha. Luchamos contra diferentes frustraciones, pero la Palabra opera igual en cualquiera de ellas. 

 

Otra determinación que tenemos que tomar es, reforzar las áreas débiles de nuestras vidas y fortalecernos para poder crecer. Ensanchar la tienda, modificar las habitaciones,  alargar las cuerdas y reforzar las estacas, requiere análisis, planificación y esfuerzo. No es sencillo analizar en qué áreas estoy teniendo debilidades, qué estrategias tengo que cambiar y cómo lo voy a hacer. Podemos estar convencidos que lo que hacemos va a dar resultados, pero no siempre ocurre así. Por experiencia puedo decir que no en todos los barrios se pueden hacer células. Las distancias lo impiden, las relaciones sociales de la comunidad, la inseguridad puede ser otro obstáculo. Lo mismo que cuando rediseñamos una casa, nos sentamos y pensamos qué necesito, que tengo que tirar abajo, qué materiales van a ser más apropiados y cuáles no. De ese modo nuestra autocrítica nos tiene que permitir ver qué tenemos que ensanchar: nuestro corazón, nuestra fe, nuestra mente, nuestra generosidad, nuestra visión. ¿Qué estaca tendríamos que reforzar: el compromiso, la oración, la Palabra, la entrega? 

 

No es fácil este punto porque puede desmoronar todo lo que pensamos que estaba correcto en nuestro ministerio y nos puede hacer volver a empezar, pero vale la pena. 

Una visión renovada nos determina a extendernos y multiplicarnos a “la mano derecha y a la mano izquierda y también a que nuestros obreros lleguen más lejos, heredando la tierra”. 

La extensión es una promesa que puedo hacer que se cumpla o no. Los ministerios monopólicos no pueden extenderse a todo lo que Dios quiere. Tenemos que ser enviadores de obreros y no padres sobreprotectores. Se pueden equivocar y caer, pero van a poder levantarse y seguir si eso estuvo en nuestro ADN. 

 

Las nuevas conquistas requieren un impulso corporativo. El temor a quedarnos sin obreros nos va a detener el crecimiento, pero darle alas va permitirnos llegar a las “ciudades asoladas” y darle vida. No importa quién llegó porque la obra pertenece a Dios. 

 La última determinación que tenemos que tomar es ser restaurados para cosas mayores. Después de muchos fracasos Dios llamó “a la mujer” en Isaías. Le recordó todo lo que había pasado, quizás porque en momentos de éxitos nos olvidamos quiénes fuimos un día y cómo el Señor nos restauró, pero le renovó sus promesas y su pacto. 

 

Dios restaurará los errores y vergüenzas del pasado. Él va a afirmar nuestra identidad como hombres y mujeres llamados al servicio y nos va a dar continuamente nuevas oportunidades. 

Cuando nos encontremos cómodos y realizados van a aparecer nuevos desafíos, a Dios le encanta movilizarnos, incomodarnos y ponernos otra vez en la situación en que no sabemos qué hacer si El no interviene. Eso forja en nosotros un carácter de siervos dependientes de Dios, nos anima a mantener nuestro espíritu conectado con el de Él, pero nuestra voluntad rendida a su presencia.

 

Para concluir, quisiera realzar la importancia de ser determinado, la determinación me hará tener un rumbo, me ayudará a perseverar y a tener esperanzas.

Job. 22:8 Determinaras asimismo una cosa, y te será firme, Y sobre tus caminos  resplandecerá luz.                 

Nuestro Dios siempre nos brindará oportunidades para crecer.     

 

La clave para la transformación de la nación

LA CLAVE PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA NACIÓN

Por Carlos Annacondia

Si miramos la Biblia vamos a ver que todo comienza a cambiar cuando hay alguien que puede llorar, alguien que puede reconocer y decir: “hemos pecado, nos equivocamos”. Las lágrimas son como semillas que caen en la tierra y luego producen fruto. Para que haya un avivamiento tiene que haber un río de lágrimas. La oración nos lleva a esa comunión con Dios para que podamos ver la necesidad y urgencia de que la gente se vuelva a Dios. En Él las personas encontrarán paz, felicidad, esperanza, trabajo, salud. ¡Todo está en las manos de Dios!

Es importante que ayunemos y oremos, que consagremos días a Dios para que Él abra los cielos y bendiga, primero nuestra vida, porque si nosotros nos volvemos a Dios Él se vuelve a nosotros, después nuestra familia, nuestra ciudad, la iglesia, y finalmente toda la Argentina. Si nosotros queremos ver un cambio en nuestra vida, familia, ciudad y país, es necesario orar, ya que la oración es la llave que Dios dejó y que nos enseñó a usarla por medio de Jesús».

¿Qué importancia tiene la oración unida?

«La oración de un justo puede mucho”, eso dice la Biblia. La oración de muchos justos puede más. Cuántos más somos, más bendición. Dios está esperando que le pidamos. Muchas veces uno se pregunta “¿Por qué Dios no me da?”. Pero el error está en que no le pedimos, porque creemos erróneamente que no es necesario pedir. La Biblia dice “pedid y se os dará, buscad y hallareis, golpead y se os abrirá”. Quiere decir que hay una enseñanza, que la oración es la que mueve la mano de Dios. Cuando oramos, lo hacemos por nuestra casa, por nuestra vida, por nuestra ciudad, vamos a orar por nuestra Argentina, entonces la bendición de Dios se agiganta.

¿Hay un cambio verdaderamente?

Las cosas comienzan a cambiar, comienzan a producirse cuando hay una iglesia que busca a Dios. La iglesia es la que tiene la llave para que Dios abra los cielos y bendiga la tierra. No debemos esperar que Dios lo haga todo por su cuenta porque Dios está esperando que nosotros hablemos. Es como cuando un niño le pide algo a su padre. Dios quiere bendecirnos, Dios quiere darnos lo que necesitamos, pero Él puso un reglamento, “pedid y se os dará, buscad y hallareis, golpead y se os abrirá”.

Dios nos está diciendo que le pidamos, que Él no tiene límites, lo más pequeño o lo más grande. No importa lo que sea, porque Dios es Dios de todo. ¿Hay algo que sea difícil o imposible para Dios? No, todo es posible para Dios, lo más pequeño o lo más grande. Dios está esperando que le pidas. A Dios le gusta que seamos hijos cariñosos. Dios es Dios y Él nos ama, y quiere que nosotros lo amemos. A veces no entendemos que Dios necesita que nosotros lo amemos, que nos acerquemos a Él.

Hay momentos de desesperación que uno pide alterado, y Dios está ahí para ayudarnos. La oración es la que mueve la mano poderosa de Dios. A través de una simple y sencilla oración, mucha gente se va a encontrar con Jesús. Nosotros tenemos que cultivar nuestra amistad con Dios, y cultivar no es más que hablar. Necesitamos tener tiempo para hablar con Dios.

Recuperado de : https://www.oramos.com.ar/blog/crecimiento-del-ministerio/la-clave-para-la-transformacion-de-la-nacion

 

Discipulado: Navegando el camino para la próxima generación

Por: Rob Hoskins

En un mundo que cambia rápidamente, la tarea de discipular a la próxima generación adquiere nuevas dimensiones y desafíos. La generación más joven de hoy está creciendo en una era de posverdad, donde los absolutos parecen escasear y la tendencia de la generación anterior es a lanzarse de cabeza a tratar de convencerlos de lo contrario. Este enfoque a menudo nace del miedo, miedo que surge tanto de los líderes mayores como de los más jóvenes.

Durante una reciente reunión de líderes de la iglesia, se hizo evidente que tanto los líderes mayores como los más jóvenes albergaban temor. Los líderes más jóvenes temían que sus voces no fueran escuchadas y que no se les diera la oportunidad de abordar cuestiones culturales de una manera que resonara con su generación. Por otro lado, la generación mayor estaba ansiosa de que los líderes más jóvenes se desviaran demasiado del camino de la ortodoxia bíblica, haciendo concesiones teológicas y doctrinales. Ambas generaciones están operando con este espíritu de temor en lugar de hacerlo con amor, poder y sanidad mental. 

Aunque entiendo ambos lados de esta división generacional, tal vez lo que hemos estado pasando por alto es cómo Dios mismo adopta un enfoque diferente. El libro de Génesis, por ejemplo, no comienza con la caída en Génesis 3; comienza en Génesis 1 con el acto majestuoso de la creación. La transformación de Isaías no comienza con su reconocimiento de sus labios impuros; comienza con la presencia abrumadora de la gloria de Dios. Por lo tanto, nuestro enfoque para discipular a la próxima generación debe emular cómo Dios siempre nos ha guiado: mostrando primero su naturaleza y gloria imponentes. 

En tiempos de grandes trastornos y convulsiones sociales, las generaciones mayores tienden a preservar la verdad confrontando a las generaciones más jóvenes con una doctrina firme, pero nunca les muestran el asombro, la gloria y la maravilla de Dios. La ruina de la cultura actual es la creencia de que cada persona puede determinar por sí misma quién es y que nadie puede decirle lo contrario. Ese individualismo expresivo solo puede desmoronarse una vez que comprendan lo pequeños que son con respecto a la gloria de Dios. 

Es en el resplandor del amor y la majestad de Dios donde se arraiga la convicción. Esta generación debe reconocer primero la grandeza de Dios, lo que luego los lleva a reconocer su propia pequeñez y necesidad de Su gracia. En otras palabras, el discipulado eficaz hoy comienza con la comprensión del asombro y la gloria de Dios.

El segundo componente de un discipulado eficaz implica presentar la verdad de manera dinámica, abordando las preguntas propias de esta generación en lugar de regurgitar respuestas a preguntas planteadas por generaciones anteriores. Si bien es fundamental abordar cuestiones como el pluralismo y el relativismo en un mundo posmoderno, tenemos que ser intencionales al responder a sus preguntas actuales de una manera relevante y dinámica. 

El tercer aspecto gira en torno a una perspectiva misional. La próxima generación está intensamente orientada a las causas y desea marcar una diferencia tangible en el mundo. Se plantean preguntas como: “¿Cómo transformamos la sociedad? ¿Cómo resolvemos problemas globales como la pobreza y la trata de personas?”. El discipulado bíblico debería guiarlos a comprender que nuestra misión en el mundo debe surgir de nuestra relación con Dios. No se trata de nuestros propios esfuerzos, sino de nuestra proximidad a Él, lo que informa nuestra respuesta a los problemas del mundo.

La juventud de hoy debe experimentar en la Iglesia la siguiente secuencia: “Comprendo la gloria y el temor de Dios, me deshago ante su presencia y me arrepiento ante él, reconociendo que todos mis derechos vienen de Él. Señor, envíame, no con mis propias fuerzas, sino con el poder de tu Espíritu”. Dios es el único que puede confrontar, convertir y transformar a cualquier individuo, familia o comunidad.

Por último, el Cuerpo de Cristo debe promover el discipulado intrageneracional. Esto significa correr la carrera juntos, no pasar el testigo de una generación a la siguiente. Así no es como debería funcionar el Cuerpo de Cristo; no deberíamos esperar a que la generación mayor termine la carrera para permitir que corra la generación más joven. En lugar de eso, corramos juntos, ofreciendo apoyo, sabiduría y guía. Es una carrera escalonada y de larga distancia en la que funcionamos como una comunidad, asegurando la continuidad, el amor y el servicio a través de las generaciones.

En mi propio camino, mi padre no me pasó la posta y me dejó sola para que corriera la carrera de liderar OneHope. Continuó amándome, guiándome y sirviéndome. Todavía aporta sabiduría a mi conocimiento. Espero hacer lo mismo con el próximo líder de OneHope, encarnando el liderazgo y el discipulado intrageneracional, donde los roles evolucionan pero el compromiso con la misión permanece firme.

El discipulado en el mundo de hoy puede parecer diferente de lo que solía ser, pero como Iglesia tenemos que correr la carrera juntos, como una familia unida, asegurando que la próxima generación esté equipada para continuar el viaje.

Recuperado de: https://robhoskins.onehope.net/discipleship-for-the-next-generation/

Extendernos al futuro

Nate Ruch

El éxito para los líderes del reino de Dios se aparta del modelo tradicional de éxito que promueve la sociedad moderna. La búsqueda de logros y metas personales, especialmente cuando están motivados por aspiraciones egoístas, es contraria al modelo de liderazgo de Jesús. La Escritura ofrece una visión alternativa del éxito, una que mira más allá del presente y se enfoca en bendecir a la próxima generación de líderes. Hebreos 11:20 destaca cómo Isaac, por fe, bendijo a sus hijos, proyectándose hacia el futuro. Esto subraya que la promesa de Dios no era solo para él, sino para las generaciones que vendrían después. Los líderes de hoy necesitan tener la misma mentalidad: priorizar el impacto en las generaciones futuras sobre los logros personales.

  • Perspectiva

Uno de los elementos más importantes para un líder que quiere bendecir a la próxima generación es tener la perspectiva correcta.

Dios no nos llama simplemente a un trabajo o una carrera; Él nos llama a seguir su voz. El llamado de Abraham en Génesis 12:1 nos muestra que lo importante es obedecer a Dios y no aferrarse a lo que conocemos. El ministerio no se trata de la posición que ocupamos, sino de hacia dónde nos está guiando Dios. Un buen líder debe estar dispuesto a soltar su cargo cuando Dios lo requiera y empoderar a otros para que continúen el trabajo. Esto es lo que Juan el Bautista entendió cuando dijo: «Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya» (Juan 3:30).

Al seguir el llamado de Dios, el éxito no se mide por el número de seguidores o el tamaño de la iglesia, sino por la capacidad de liberar a otros para que también sigan la voz de Dios. La misión del líder debe ser más grande que el papel que desempeña, ya que lo que cuenta es el impacto eterno de sus acciones.

  • Gracia

Otro aspecto clave del liderazgo es enfocarse en el progreso, no en la perfección. Pablo, en Filipenses 3:12, afirma que, aunque no ha alcanzado la perfección, sigue adelante en el proceso de crecimiento. Los líderes ministeriales a menudo se exigen a sí mismos y a los demás estándares imposibles, lo que puede generar frustración y desmotivación. Sin embargo, es vital recordar que nadie es perfecto y que todos necesitamos la gracia de Dios.

El progreso continuo, tanto en la vida del líder como en la de los que están bajo su liderazgo, debe celebrarse. Un líder exitoso es aquel que no solo se enfoca en su propio crecimiento, sino que también fomenta el crecimiento de los demás, alentándolos y guiándolos con paciencia y amor. Como se menciona en 1 Corintios 13, el amor no guarda rencor ni se comporta de manera egoísta; es un amor que cubre y protege a los demás. Este tipo de amor genera un ambiente seguro donde las personas pueden cometer errores y aprender de ellos.

  • Integridad

La integridad es fundamental para un liderazgo eficaz y duradero. Esta se manifiesta en dos formas: la integridad moral y la integridad estructural. La primera se refiere a la coherencia en el carácter, es decir, ser una persona íntegra incluso cuando nadie está mirando. La rectitud moral es esencial para guiar correctamente al pueblo de Dios y ser un ejemplo a seguir.

La integridad estructural, por otro lado, tiene que ver con la capacidad del líder para manejar las responsabilidades de su ministerio sin colapsar bajo la presión. Al igual que un puente que debe soportar tráfico pesado, los líderes deben construir una estructura que pueda soportar el peso del crecimiento y las demandas del ministerio. Esto implica delegar tareas y no intentar llevar todo el peso por sí solos. Si un ministerio crece, también debe crecer su estructura, de lo contrario, habrá un colapso inevitable.

  • El legado y la visión hacia el futuro

El liderazgo efectivo en el reino de Dios no se trata solo del presente, sino de cómo impactar a las generaciones futuras. El abuelo del autor es un ejemplo de esto, ya que a pesar de sus errores, logró elevar el nivel para sus hijos y nietos. Este legado es una representación tangible de cómo un líder puede proyectarse hacia el futuro y preparar el camino para los que vendrán.

El liderazgo en el reino de Dios es una carrera de relevos donde el testigo se pasa de una generación a la siguiente. Es importante que los líderes actuales no solo se concentren en su propio éxito, sino en formar y empoderar a otros para que continúen el trabajo después de ellos. Tal como el abuelo del autor pasó su testigo a la siguiente generación, los líderes de hoy deben hacerlo con una visión clara, sabiendo que sus decisiones tendrán un impacto en las generaciones venideras.

Para tener éxito en esta misión, los líderes deben pedirle a Dios que les conceda perspectiva, gracia e integridad. Solo con estas cualidades podrán extenderse hacia el futuro y tocar la eternidad.

Resumen de la nota obtenida de: https://influencemagazine.com/Practice/Reaching-Into-the-Future

Fe en movimiento

Espero que estén tan emocionados como yo por lo que Dios está haciendo en nuestras vidas y en la próxima generación. ¿Cuántos de ustedes pueden sentir que Dios está en movimiento entre nosotros? ¡Amén! Dios está obrando maravillas y es crucial que tomemos una decisión hoy: dar el siguiente paso.

Es demasiado fácil venir a un servicio y seguir adelante sin cambios. Pero si hacemos eso, nos olvidamos de la grandeza de nuestro Dios. Él es el pan de vida, no debemos contentarnos con migajas. Debemos buscar su presencia, ser transformados y liberar todo el potencial que Él ha depositado en nosotros.

Recuerdo cuando me decían que tenía potencial, pero ¿saben qué es el potencial? Es lo que aún no hemos logrado, lo que está por ser realizado. No podemos conformarnos con menos de lo que Dios nos ha llamado a ser.

Hay una historia poderosa que quiero compartir con ustedes sobre un hombre llamado Bartimeo. Él vivió con limitaciones, pero tuvo que romperlas para convertirse en quien Dios lo creó para ser. A menudo, nos encontramos limitados por el miedo, la ansiedad, la duda o la falta de recursos. Pero no debemos permitir que estas limitaciones nos detengan.

Bartimeo nos enseña que debemos mantener nuestros ojos en Jesús. Cuando lo vemos pasar, debemos persistir en nuestras súplicas, sin importar lo que otros digan. Jesús nos está preguntando hoy: «¿Qué quieres que haga por ti?» Debemos pedir con fe y confianza, sabiendo que Él puede romper todas nuestras limitaciones.

Es hora de dejar de conformarnos con menos de lo que Dios tiene para nosotros. No podemos llevar nuestras limitaciones con nosotros cuando nos acercamos a Jesús. Debemos desecharlas y abrazar la transformación que Él quiere realizar en nuestras vidas.

Hoy, Jesús está llamando a cada uno de nosotros a dar el siguiente paso. Él nos está llamando a salir de nuestra zona de confort y confiar en Él para romper todas nuestras limitaciones.

No podemos conformarnos con ser lo que éramos cuando llegamos aquí. Debemos salir cambiados, transformados y listos para cumplir el propósito que Dios ha establecido para nosotros. ¡Es hora de liberar todo nuestro potencial y vivir en la plenitud de lo que Dios nos ha llamado a ser!

Recuperado de:
Desgrabación de la prédica de Terry Parkman de la Convención Nacional 2024

Discipulado: Navegando el camino para la próxima generación

Rob Hoskins

En un mundo que cambia rápidamente, la tarea de discipular a la próxima generación adquiere nuevas dimensiones y desafíos. La generación más joven de hoy está creciendo en una era de posverdad, donde los absolutos parecen escasos, y la inclinación de la generación mayor es a menudo lanzarse de cabeza para tratar de convencerlos de lo contrario. Este enfoque a menudo nace del miedo, miedo que surge tanto de los líderes más viejos como de los más jóvenes.

Durante una reunión reciente de líderes de la iglesia, se hizo evidente que tanto los líderes jóvenes como los mayores albergaban miedo. Los líderes más jóvenes temían que sus voces no fueran escuchadas y que no se les diera la oportunidad de abordar cuestiones culturales de una manera que resonara en su generación. Por otro lado, la generación mayor estaba ansiosa de que los líderes más jóvenes pudieran desviarse demasiado del camino de la ortodoxia bíblica, haciendo concesiones teológicas y doctrinales. Ambas generaciones operan con este espíritu de miedo más que con amor, poder y sensatez. 

Aunque entiendo ambos lados de esta división generacional, tal vez lo que nos hemos estado perdiendo es cómo Dios mismo adopta un enfoque diferente. El Libro del Génesis, por ejemplo, no comienza con la caída en Génesis 3; comienza en Génesis 1 con el acto majestuoso de la creación. La transformación de Isaías no comienza con el reconocimiento de sus labios impuros; comienza con la abrumadora presencia de la gloria de Dios. Por lo tanto, nuestro enfoque para discipular a la próxima generación debe emular cómo Dios siempre nos ha guiado: mostrando primero su naturaleza imponente y su gloria. 

En tiempos de gran perturbación y agitación social, las generaciones mayores tienden a preservar la verdad confrontando a las generaciones más jóvenes con una doctrina sólida, pero nunca les muestran el asombro, la gloria y la maravilla de Dios. La ruina de la cultura actual es la creencia de que cada persona puede autodeterminar quién es y que nadie puede decirle lo contrario. Ese individualismo expresivo sólo puede desmoronarse una vez que comprendan cuán pequeños son con respecto a la gloria de Dios. 

Es en el resplandor del amor y la majestad de Dios donde se arraiga la convicción. Esta generación debe reconocer primero la grandeza de Dios, lo que luego los lleva a reconocer su propia pequeñez y necesidad de Su gracia. En otras palabras, el discipulado eficaz hoy comienza con la comprensión del asombro y la gloria de Dios.

El segundo componente de un discipulado eficaz implica presentar la verdad de forma dinámica, abordando las preguntas exclusivas de esta generación en lugar de regurgitar respuestas a las preguntas planteadas por generaciones anteriores. Si bien es crucial abordar cuestiones como el pluralismo y el relativismo en un mundo posmoderno, debemos ser intencionales a la hora de responder a sus preguntas actuales de una manera relevante y dinámica. 

El tercer aspecto gira en torno a una perspectiva misional. La próxima generación está intensamente orientada a una causa y desea marcar una diferencia tangible en el mundo. Reflexionan sobre preguntas como: “¿Cómo transformamos la sociedad? ¿Cómo solucionamos problemas globales como la pobreza y la trata de personas? El discipulado bíblico debería guiarlos a darse cuenta de que nuestra misión en el mundo debe surgir de nuestra relación con Dios. No se trata de nuestros propios esfuerzos sino de nuestra proximidad a Él, que informa nuestra respuesta a los problemas del mundo.

Los jóvenes de hoy deberían vivir la siguiente secuencia en la Iglesia: “Comprendo la gloria y el asombro de Dios, estoy deshecho ante Su presencia, y me arrepiento ante Él, comprendiendo que todos mis derechos provienen de Él. Señor, envíame, no con mi propio poder, sino bajo el poder de tu Espíritu”. Dios es el único que puede confrontar, convertir y transformar a cualquier individuo, familia o comunidad.

Finalmente, el Cuerpo de Cristo debería defender el discipulado intrageneracional. Intrageneracional significa correr la carrera juntos, no pasar el testigo de una generación a la siguiente. No es así como debería funcionar el Cuerpo de Cristo; No deberíamos esperar hasta que la generación mayor termine la carrera para permitir que la generación más joven corra. En lugar de eso, corramos juntos, ofreciendo apoyo, sabiduría y orientación. Es una carrera escalonada de larga distancia en la que funcionamos como comunidad, asegurando continuidad, amor y servicio a través de generaciones.

En mi propio viaje, mi padre no simplemente me pasó el testigo y me dejó correr la carrera de liderar OneHope por mi cuenta. Continuó amándome, guiándome y sirviéndome. Él todavía aporta sabiduría a mi conocimiento. Espero hacer lo mismo con el próximo líder de OneHope, que encarna el liderazgo y el discipulado intrageneracional, donde los roles evolucionan pero el compromiso con la misión permanece firme.

El discipulado en el mundo de hoy puede verse diferente de lo que solía ser, pero como Iglesia tenemos que correr la carrera juntos, como una familia unida, asegurando que la próxima generación esté equipada para continuar el viaje.

 

Posicionandonos en Argentina

Quiero compartir con ustedes un mensaje que ha sido grabado en lo profundo de mi corazón. Permitan que las palabras de Romanos 13 resuenen en nuestros espíritus mientras nos sumergimos en la verdad de la Palabra de Dios.

Ha llegado el momento, queridos amigos, de despertar del sueño en el que hemos estado sumidos. Sí, la salvación está más cerca de nosotros ahora que cuando primero creímos. La noche ha pasado, y el día está cerca. Es hora de desechar las obras de las tinieblas y revestirnos con la armadura de la luz.

Querido pueblo de Argentina, siento en lo más profundo de mi ser que Dios está hablando a nuestras vidas como nunca antes. Nos llama, como el cuerpo de Cristo, a estar de pie en este momento crítico de la historia. Como profetizó nuestro Señor Jesucristo en Mateo 24, estamos presenciando las señales de los tiempos: guerras, rumores de guerras, naciones levantándose contra naciones, hambre y pestilencia.

Pero no debemos temer, hermanos y hermanas. Jesús nos ha dado la respuesta en medio de estos tiempos tumultuosos. Nos ha instado a levantar nuestros ojos hacia Él, nuestra Redención que se acerca. Debemos mantenernos firmes en nuestra fe, sabiendo en quién hemos creído y confiando en Su promesa de que Él vendrá pronto.

Hay un grito de despertar que resuena desde los cielos en este momento. Debemos fijar nuestros ojos en Jesús como nunca antes, rechazando el miedo y la preocupación que intentan asaltarnos. Somos llamados a estar despiertos y alerta, listos para el regreso glorioso de nuestro Rey de Reyes.

Recuerdo el momento en que el Espíritu Santo me habló con una claridad asombrosa, diciéndome: «Hijo, toca la alarma». Esta noche, esa alarma resuena en nuestras almas con una urgencia renovada. Estamos en el último segundo del último minuto, y debemos prepararnos para encontrarnos con nuestro Señor.

Hermanos y hermanas, este es el momento de despertar, de levantarnos y ser contados como soldados valientes en el ejército de Dios. Que nuestras vidas cuenten para la eternidad, que nuestras acciones reflejen la verdad del Evangelio y que nuestras coronas sean dignas de ser echadas a los pies de nuestro Salvador.

Que el fuego del Espíritu Santo arda en nuestros corazones mientras nos preparamos para enfrentar los desafíos de los días venideros. Que nuestra fe sea inquebrantable, nuestra esperanza firme y nuestro amor inagotable. Que seamos la voz que clama en el desierto, proclamando la verdad del Evangelio a una generación perdida y necesitada.

Que este mensaje sea un recordatorio constante de la urgencia del momento y de nuestra llamada a ser luz en medio de la oscuridad.

Mensaje emitido por Nathan Morris en la Convención Nacional UAD 2024.